Con «El viejo aprendiz de fotógrafo» inicio una nueva etapa, en lo que a ilustración de relatos se refiere, con un tipo de imágenes no utilizado por mí hasta ahora, pero que será frecuente en adelante, además de mis fotografías, como es lo habitual. Todas sus imágenes, como siempre, son inéditas y creadas por mí exprofeso para la narración, pero con una técnica novedosa que incluye la creación con inteligencia artificial. El relato es la historia de un tipo contada con humor, desde la niñez a la vejez, y su obsesión por la composición en fotografía. Como de costumbre, haré los comentarios de las imágenes y texto al final del relato.
EL VIEJO APRENDIZ DE FOTÓGRAFO
Éste es mi amigo Antonio, un tipo corriente pero tan despistado, que descubre la fotografía después de llevar cuarenta años practicándola. Como es un tipo equilibrado, compensa su magnífica desmemoria con un pírrico sentido de la proporcionalidad, así es que se lanza sin mesura, ya en la vejez, a un trabajoso camino de superación personal, en una obsesiva búsqueda de la belleza a través de la fotografía. Esta es su historia
PRIMEROS PASOS CON IMÁGENES DE NATURALEZA
De niño era un friki de los cromos. Se desplazaba a todos los sitios con un taco en la mano, que solo se metía en el bolsillo cuando necesitaba ocupar sus dos manos. Pertenecían a varias colecciones, pero sus favoritos eran los de “Vida y color” y “El gran álbum de Félix, el amigo de los animales”.
Un día en clase de historia, la profe le sacó a la pizarra para que explicara las guerras púnicas. Aunque el tema era apasionante, había alguno que no se lo parecía tanto, y buscando con qué entretenerse, recabó en un visible abultamiento, próximo a la entrepierna de Antonio. El malote, regocijado por el valioso hallazgo, hizo correr el rumor de que mi amigo estaba excitado. El chisme corrió como la pólvora entre la clase de púberes varones que, últimamente, estaban recibiendo más testosterona que de costumbre, y comenzaron a señalarle entre risas. Se armó tal revuelo que la profesora paró la clase para aclarar el asunto, y mi amigo, avergonzado, no tuvo más remedio que sacar el paquete de cromos, perfectamente enrollado y cogido con una goma, de su bolsillo.
Tras el suceso fue paulatinamente cambiado los cromos por las revistas. ¡Y siempre llevaba alguna en la mano! Los domingos por la mañana, que solíamos ir al Rastro, compraba números atrasados de National Geographic, Periplo y Quercus, principalmente, que entonces eran las únicas revistas que publicaban reportajes de naturaleza con excelentes fotografías. Por eso, después, no me extrañó que, tras finalizar el doctorado en biología, con su brillante tesis sobre la «Influencia de factores externos en el ciclo reproductivo de Pthirus pubis» y un máster de «Nomenclatura de la entomofauna genital humana atendiendo a su fenotipo» acabara en el pirineo, trabajando de guía para empresas de ecoturismo, recogiendo fruta y cualquier otra cosa que surgiese. Así vería cumplido su sueño desde que inició el álbum de la colección Daniel Boone: vivir en una casa aislada en el campo en un entorno casi salvaje.
LA AFICIÓN A LA FOTOGRAFÍA
Al poco, compró un equipo fotográfico de segunda mano, Zenit era la marca, “puntera tecnología soviética”, me dijo orgulloso. Con el cuerpo de cámara venían dos objetivos y un grueso teleobjetivo, con un soporte que parecía un cetme, con empuñadura y gatillo incluidos. Todo perfectamente enroscado dentro de un abultado estuche de metal de apariencia muy profesional, pero más pesado que un collar de melones. Y comenzó a realizar diapositivas de animales y plantas (pocas, porque resultaba caro y trabajoso por el peso). Él decía que le venían bien para las actividades de educación ambiental, que algunas veces realizaba, pero yo sabía que, en realidad, era su sempiterna afición por los cromos que nunca le había abandonado.
Y fueron pasando los años y el soporte en película prácticamente desapareció. A mi amigo no le quedó otra, que cambiar su pesada cámara por una compacta más ligera, con un buen zoom digital y macro, me comentó, que le permitiera seguir con su afición de coleccionar imágenes de seres vivos. Yo agradecí el cambio, al menos, las largas y tediosas proyecciones de diapositivas, por los frecuentes atascos del carril y las repetitivas fotos, con las que agasajaba a las visitas, se aligeraban bastante en la pantalla de la televisión.
COMIENZA LA FIEBRE
Hace unos pocos años fui a visitarle un fin de semana. Estaba entusiasmado. Me contó que había encontrado un curso gratuito en internet que se llama “Un año de fotografía”, que le había gustado tanto, que se vio las cuatro primeras sesiones, de varias horas cada una, de un tirón. Pero que como le parecía algo muy serio, había decidido hacerlo como un curso presencial: una sesión por semana y profundización en el tema con prácticas entre semana. Me dijo que estaba tan enganchado que incluso se llevaba el portátil al campo para aprovechar si tenía algún rato libre.
-Pero Antonio, le repliqué, que tu llevas casi ocho lustros haciendo fotografías y la mayoría están bien hechas, ¿Qué tienes tú que aprender de fotografía?
-¡Todo!, me contestó. Tanto tiempo haciendo fotos sin saber de qué iba esto. Estas cuatro décadas han sido de práctica ignorante. Me han servido para conocer el triángulo de exposición, la regla de los tercios y poco más. Y resulta que la técnica es imprescindible, pero al servicio de algo mucho más importante, que se llama composición.
-¡Pero si eso es cosa de músicos! le digo, mientras reproduzco en mi cabeza la excelente composición «El Concerto Grosso Alla Rustica» (Opus 58).» del maestro Johann Sebastian Mastropiero.
-¡Qué no, que no! me contesta. Es algo común a todas las artes. Estas tienen códigos diferentes, pero comparten el mismo objetivo: transmitir un mensaje. La escritura, por ejemplo, utiliza el código alfabético, con el que se forman las unidades básicas con significado, que son las palabras. El escritor escoge éstas y las organiza para que el mensaje resulte claro y preciso, pero también para que tenga una estructura fluida, coherente y atractiva. Eso es composición, exactamente igual que en la fotografía, solo que los elementos en ésta no son letras, sino el punto, la línea, el plano, la textura, el fondo… y otros que no recuerdo ahora, aunque últimamente no tengo otra cosa flotando en mi cabeza.
LA SECTA
En los meses siguientes mi amigo, de naturaleza un poco obsesiva, desapareció de la escena pública y se volvió monotemático. Por teléfono, me contaba que se estaba desvelando un mundo que estaba en éste, pero que él desconocía. Que estaba descubriendo que la fotografía como arte tiene algo de inspiración pero que, sobre todo es transpiración y que, la buena noticia, es que existe un camino, un método como lo denominan en el curso, que él está dispuesto a recorrer.
Le escucho con atención y, aunque no le digo nada, empiezo a preocuparme. La revelación, el camino, el desmedido júbilo, la excesiva dedicación y sus continuas ausencias de los habituales encuentros sociales me hacen dudar de si se trata solo de un curso o, en realidad, detrás hay una nueva secta de adoradores de la fotografía.
Se iban sucediendo las estaciones y mi amigo terminó el curso, pero seguía igual de ausente. Me decía que tenía mucho que aprender. Se había comprado una cámara réflex, algunos objetivos y un nuevo ordenador porque el anterior, según él, no le servía para el tratamiento de imágenes.
– ¿Qué tratamiento? le pregunto, si la foto ya sale hecha en la pantalla de la cámara.
Escucho el familiar sonido de la risa de Antonio. Te parecerá una perogrullada, pero la fotografía es un producto muy digital, me responde. Hay un sinfín de aplicaciones y programas para todas las fases del proceso fotográfico, desde la planificación a la edición. Lo bueno es que tienes el control total sobre la imagen. Lo malo es que exige conocimientos informáticos, de los que yo, carezco.
Me sorprende que haya varias fases, en lo que yo considero que es poco más que apretar un botón, pero me callo y decido alentarle, ya que esa es su voluntad y porque cualquiera le contradice cuando está en modo exultante. Pues nada, ¡a ponerse las pilas y aprender esos programas!, exclamo.
LA METAMORFOSIS
Siguió el transcurso del tiempo y Antonio comenzó a compartir sus fotografías por wasap. La verdad es que eran diferentes, un poco más espectaculares. Seguían siendo prioritariamente de seres vivos, pero también paisajes y algunas nocturnas Las acompañaba de comentarios que los amigos celebrábamos mucho.
-Oye, muy guapas las fotografías que mandaste del acueducto de las Herrerías, le digo Era una madrileña noche de verano y estábamos sentados en una terraza varios amigos, que nos habíamos reunido precisamente, porque Antonio, después de mucho tiempo, se había arrimado al foro.
– ¿De verdad dormiste con la camper en la plaza de Campillo de Deleitosa por mandato expreso del alcalde? pregunto.
-¡Que berlanguiano!, comenta otra.
-Sí, contestó Antonio. Llegué al pueblo, tiene muy pocos habitantes y estaba todo el mundo en el bar de la plaza. En una tregua del confinamiento, me resultó muy agradable encontrarme con una veintena de personas del pueblo sin mascarilla y que encima acogieran bien a un extraño. Pasé una agradable tarde con ellos en la terraza del bar. Cuando comenzó a caer la noche me acompañaron tres hombres del pueblo hasta el acueducto, para fotografiarlo con la vía láctea. Está a más de dos horas a pie y si no es por ellos, de noche, no habría llegado. Fue muy emotivo, acogedor y entrañable. Me pareció además muy reconfortante, volver a disfrutar de relaciones sociales con normalidad. Lo que pasa es que tanto no se puede contar por wasap.
-Deberías hacer un blog. Así podríamos seguir con detalle tus aventuras fotográficas, dice una
-Pero si yo no tengo ni idea de eso, replicó Antonio. Una cosa es aprender a manejar un programa y otra publicar en la red. Bastante tengo ya, y eso suena muy complicado. Sabéis que soy más de campo que de ordenadores, a los que ya llegué un poco tarde.
-¡Pues aprendes, como has hecho hasta ahora! Le contesto.
Y llegó el invierno y tras él, un nuevo confinamiento, cuando recibo en el móvil un enlace a un blog de fotografía. Con sorpresa, porque no me había dicho nada, veo que es de mi amigo Antonio. Son publicaciones sobre los elementos del lenguaje visual, la luz, la teoría del color, etc., que reconozco. Desde que empezó con su aprendizaje, Antonio guardaba en Word los principios teóricos que iba aprendiendo, junto a algunas fotografías que sobre los mismos realizaba, en una especie de cuaderno de ejercicios digital, que alguna vez me había mostrado.
Han pasado más de dos años desde entonces. y el blog sigue creciendo. Además de sus apuntes de fotografía, incluye relatos con sus fotos que están currados, por lo que le elogiamos y le animamos a que continúe.
LA COMPOSICIÓN
Hace unos días estuve en su casa. Me fijé en un voluminoso libro que estaba encima de su escritorio. El título “Composición en fotografía. El lenguaje del arte” precede a una imagen de un hayedo que me parece muy hermosa. “Composición”, otra vez la dichosa palabreja tan determinante en la vida de mi amigo, pienso.
– ¿Qué ves? me pregunta Antonio, señalando con su mirada la imagen. Cojo el libro y me fijo más detenidamente, aunque la imagen es muy clara.
– Pues veo una imagen muy bella, en la que se aprecia una vieja haya cubierta de musgo y un arroyo que fluye del interior del hayedo, en lo que parece una neblinosa mañana de otoño tardío, digo, tratando de no dejarme nada para no decepcionar a mi amigo.
-¡Exacto! me grita enardecido, como si yo acabase de descubrir la fórmula que explica la teoría del Todo. Lo primero que has visto es la vieja haya porque el autor ha determinado que ese sea el centro de interés de la imagen. El entramado de raíces, con mucho volumen, un conjunto de líneas curvas organizadas en diagonal, muy dinámicas, conducen la mirada inexorablemente hasta ella, un bello ejemplar de muchos años, que apreciamos por su volumen y por el detalle de su corteza, agrietada y con cicatrices, poblada de musgo y líquenes.
Destaca, además porque ha conseguido crear un fondo homogéneo, aunque con detalle, de líneas verticales que son hayas, que además, si te fijas, dan sensación de profundidad, porque éstas se sitúan en diferentes planos. Para realzar aún más la vieja haya, la ha aislado dentro de una línea curva, que es el arroyo. Después te has fijado en éste, porque el fotógrafo te sitúa dentro del mismo y lo ves fluir porque ha jugado con la velocidad de obturación para conseguir ese efecto. El arroyo te conduce hasta el horizonte, en una perspectiva curva de punto fuga que te introduce en el fondo de la imagen. Tú mirada ha recorrido la imagen de la manera que el autor ha dispuesto.
-Espoleado por mi silencio que, en su ciega vehemencia, confunde con interés, continúa:
Como tú muy bien has dicho, la imagen transmite con claridad el momento en que se ha realizado. Son tres los tonos que tiene, azul y naranja, colores complementarios, pero perfectamente equilibrados, sobre los que destaca el verde, acentuando más, si cabe, al sujeto principal. Los elementos están perfectamente distribuidos dentro del encuadre, porque ha tenido en cuenta su peso visual y su posición respecto al mismo y los ejes de la imagen (líneas negras), el horizontal que es el fondo y el eje vertical que establece la anciana haya. Las proporciones de la imagen se aproximan bastante a la razón aúrea (fina línea azul en espiral)
La fotografía tiene mucho contraste, sigue diciendo entusiasmado, completamente ajeno a mi ausencia auditiva desde hace rato, que disimulo sin apartar mi mirada del libro. El dinamismo del primer plano, se contrapone al sosiego del fondo, enfatizado por el juego cromático, azul éste y naranja aquel, colores opuestos, como te he dicho Las diferentes partes y elementos de la imagen, se ensamblan hasta concluir el puzle en una imagen completa y rotunda. Todo ello configura un mensaje diáfano, preciso y muy bello, como tú perfectamente has expresado. Y eso es arte. Para eso sirve la composición.
APRENDER A MIRAR
Necesito compensar la pedante y aburrida perorata y ya empiezo a salivar pensando en las cervecitas que nos vamos a tomar cuando consiga desconectar a mi amigo.
-Pues ahora que ya sabes, te resultará fácil hacer fotos tan buenas como ésta. Podríamos hacer, ahora que va a comenzar la hora dorada, alguna prueba en el parque ese que está al lado del bar, le digo, tratando de ir desviando el tema sin que se note mucho.
Antonio sonríe, pero no entra al trapo. No sé nada aún, continúa. Analizar una imagen hecha puede ser relativamente fácil. Lo difícil es ser capaz de verla y realizarla cuando estás en la escena. Incluso he ido al hayedo de Otzarreta en otoño con unas condiciones climáticas parecidas para tratar de obtener una imagen similar, pero ni aun así consigo acercarme. Esta es una de las fotos que hice, me dice mientras me la muestra en el ordenador, que dista mucho de la de José Benito.
Al menos comienzo a tener criterio, que es lo que permite seguir avanzando. Pero, de momento, solo soy un recién iniciado en el arte de aprender a mirar.
Mientras mi amigo me habla, veo que se desprende una postal del pesado libro que aún sostengo entre mis manos. La recojo del suelo y veo una bonita imagen y una dedicatoria escrita a mano:
“Apreciado Antonio. Espero que este libro te anime a emprender nuevos retos fotográficos. Firma ilegible. ¡Con mis mejores deseos!”
Me parece muy acertado. A punto de jubilarse, veo a mi amigo ilusionado, habiendo superado algunos retos fotográficos y con otros por delante. ¿Cómo se llama el autor? Pregunto.
–José Benito Ruiz, me responde. Es el mismo del curso del que te hablé.
Con el recuerdo de todo lo sucedido a mi amigo a partir de ese curso, pienso: ¡Madre mía! Si este hombre supiera…
Y ahora sí, veo que Antonio coge su chaqueta y las llaves de casa y por fin nos vamos a por esas cervecitas al pueblo. Allí en el bar, con el ruido, el que se ausenta es Antonio porque está ya muy sordo y no sigue las conversaciones. Le quiero mucho, pero se pone muy cansino con la fotografía, coño.
PELOTAS ESCOCIDAS
Han pasado más de seis meses desde que vi a Antonio por última vez. Desde que se jubiló, no para de viajar, hacer fotos y contar historias. Ayer mismo me mandó una foto desde Bután. Ja ja ja, tengo envidia y no es nada sana, ¡el muy cabrón sabe las ganas que tengo de ir allí! Un rato antes, me había llamado al móvil y me contó que está realizando un proyecto fotográfico basado en tres conceptos, meditación, elementos naturales y paso del tiempo. Por eso se alojaba en un monasterio budista que también acogía huéspedes.
-Pero tío, te vas a dejar una pasta como te pases mucho tiempo allí, le digo.
-¡Qué va!, son los propios monjes los que no me dejan irme, a gastos pagados claro.
-¿No jodas! ¿Y eso?
-Hay varios monjes infectados de Pthirus pubis, carecen de productos para tratarla y, además no quieren que se entere nadie ajeno al monasterio, por el escándalo que supondría. Por eso me han pedido, por favor, que me quede para ayudarles, al menos hasta que desparezca la infección, pero, que, en agradecimiento, puedo quedarme el tiempo que quiera.
-Vaya historia tan surrealista. ¿Y cómo se han enterado de tu relación con el bichejo?
-Cuando observé que frecuentemente se rascaban los genitales, les conté que yo había hecho una tesis doctoral sobre el asunto.
¡Joder, monjes budistas con ladillas! Cada vez está más claro que nada es lo que parece, como dice mi tío Honorio y que los caminos del Señor son inescrutables como repetía mi tía Teófila. Con esto último en mente le digo:
-Ves, hombre de poca fe, como al final tus estudios de biología han dado sus frutos.
Y así, con las pelotas escocidas de unos monjes budistas, de momento acaba la historia de mi amigo Antonio, un tipo corriente como otro cualquiera.
COMENTARIO
El relato es mi particular homenaje a la composición, el lenguaje del arte, y a uno de nuestros fotógrafos más internacionales y que más ha hecho por la divulgación de la fotografía artística de naturaleza en nuestro país: José Benito Ruiz.
A pesar de que toda la narración es sobre fotografía, solo hay dos fotografías en sentido estricto, el viejo haya de José Benito y la mía del acueducto de las Herrerías. Las demás son imágenes creadas por mí, interaccionando con un bot de inteligencia artificial. Ésta es una herramienta creativa de acceso general muy reciente, tanto que ni siquiera hay un nombre para determinar este tipo de imágenes. Juan Pablo de Miguel, otro excelente fotógrafo español que actualmente trabaja con esta herramienta, las denomina iagrafías y este término utilizaré en adelante. Invito al lector a que, a través del enlace de su nombre, vea las imágenes tan extraordinarias que se pueden lograr cuando un artista domina la herramienta.
Yo la he descubierto hace apenas una semana y me ha sorprendido gratamente. A pesar de mi desconocimiento me ha permitido ponerle cara a un personaje y recrear situaciones de la narración con cierta verosimilitud fotográfica, que no hubiera podido hacer de otra manera. Estoy seguro que conforme vaya conociendo la herramienta y afinando la comunicación con el bot, las imágenes irán mejorando.
Lo extraordinario de la generación de imágenes por inteligencia artificial es que puedes trabajar cualquier concepto, por muy abstracto que sea. Ahora, por ejemplo, estoy realizando una ilustración sobre la hipótesis del origen extraterrestre de la vida. Esta es una aproximación, debo afinarla más, pero lo dejo como ejemplo de las posibilidades de generación de imágenes por IA.
Tras crear las iagrafías, hay que llevarlas a photoshop para corregir los errores. En mi caso, después, también con photoshop, he introducido los elementos necesarios para personalizarlas a partir de mis fotografías. Con todo este proceso, he podido aproximarme bastante a las imágenes que tenía en mente con realismo fotográfico, aunque todavía queda mucho margen de mejora. En cualquier caso, me parece una herramienta con un potencial increíble y de indudable trascendencia en la creación artística.
2 comentarios
Como siempre nos sorprendes con una buena historia, divertida y amena. Creo que todos los fotografos aficionados como yo llevamos dendro algo de «Antonio».
Espero que sigas contando estas historias que tanto nos entretienen y nos ayudan a comprender mejor este mundo de la fotografia.
Muchas gracias Jose Antonio por tu excelente comentario. Me alegra mucho que hayas encontrado lugares comunes en «Antonio». Al fin y al cabo, el aprendizaje fotográfico es un proceso muy similar en muchos de los que disfrutamos con este apasionante hobby.