«Vuelo de cortejo y cópula del charrán común» (Sterna hirundo) es la continuación de «El cortejo terrestre del charrán común» y la tercera publicación para ilustrar la cría de esta golondrina de mar. En la primera publicación, «Los charranes de San Pedro del Pinatar», se describían las características físicas de la especie y en la segunda se documentaba, con numerosas fotografías, el cortejo terrestre de la misma. Esta tercera entrega está dedicada al cortejo aéreo y cópula. Es, como las anteriores, una publicación muy visual, con poco texto que sirve como hilo conductor a la secuencia de las cuarenta y tres imágenes, que ilustran tanto la danza aérea, de extraordinaria belleza en esta especie, como su apareamiento.
EL BAILE DE BODA
En la anterior publicación habíamos dejado a la pareja de charranes justo en el momento de pronunciar el «Sí quiero». Vimos como el macho, después de un extenso ritual, ofrecía un pez a la hembra y si ésta aceptaba, como en este caso, suponía un compromiso que empujaba a ambos cónyuges a iniciar el proceso reproductor y formar una familia, de manera muy similar a como procedemos los humanos.
Y también como en nuestras bodas, tras el ritual de mutua aceptación, la pareja se dispone a iniciar el baile.
Levantan el vuelo, uno detrás de otro, vociferando ruidosamente, como dos alegres recién casados que, cantando, dejan la mesa nupcial, su territorio de cría, para dirigirse hacia su particular pista de baile.
Dejan atrás la colonia volando con sus cuerpos muy juntos, como dos enamorados que van cogidos de la mano.
Y comienzan el baile desde el inicio del vuelo. En las aguas que rodean al islote de cría, les puedo observar en un vuelo rasante, rozando la superficie del agua en una suave caricia, con sus cuerpos ya muy juntos y coordinados en perfecto paralelismo.
De repente, la pareja inicia un vertiginoso ascenso vertical de varias decenas de metros.
Hasta que consideran que ya están fuera del alcance de otras aves que puedan molestarles y tienen espacio suficiente para comenzar a desarrollar su peculiar «vals». Entonces modifican el rumbo de su trayectoria, pasando a un vuelo horizontal.
Seguidamente ajustan la velocidad de vuelo hasta situarse muy próximos y justo encima uno del otro.
Su proximidad es tal, que me da la sensación de que se rozan con las alas, como si también quisieran acompañar el baile con las delicadas caricias de sus plumas.
Permanecen así, superpuestos en paralelo, unas decenas de metros, con sus cuerpos acompasados, sin adelantos ni retrasos, en absoluta sincronicidad, como si no existieran el espacio y el tiempo.
Y, por unos instantes ocurre algo mágico. El ave que está debajo, en una diestra maniobra, se da media vuelta sobre sí misma para colocarse enfrente de su pareja y, con la inercia que llevan, permanecen así enfrentados varios metros, avanzando ingrávidos en el aire, como dos diestros patinadores que, mirándose a los ojos, se deslizan dulcemente por el hielo.
Transcurridos unos segundos, el bailarín inferior recupera de nuevo su posición natural para continuar el vuelo superpuesto, recto y acompasado. Así, uno encima de otro, con sus alas extendidas, en una trayectoria rectilínea y manteniendo la equidistancia, me parecen dos aviones de combate en maniobras aéreas, como los de la patrulla «Águila» que, al igual que los charranes, también es habitual verlos volando en San Pedro del Pinatar.
La superposición finaliza cuando el ave de posición superior inicia un ascenso vertical, inesperado, rápido y fugaz, como todas las maniobras aéreas de los charranes, ganando así altura respecto a su pareja.
Y, cuando cree que ya ha alcanzado altura suficiente, inicia un vertiginoso picado.
Mientras, su compañero realiza un repentino cambio de rumbo de 180º y el ave que está en pleno picado, se ve obligada también a modificar su trayectoria.
Estos cambios bruscos de rumbo se repiten durante todo el cortejo y ponen de manifiesto la enorme flexibilidad de estos animales y su increíble capacidad para el vuelo, que hacen de su danza nupcial una auténtica exhibición acrobática de particular hermosura.
Continuando con la danza de nuestra pareja de charranes, el cambio de trayectoria del ave de posición inferior provoca un retraso de su pareja que está velozmente descendiendo.
El picado finaliza cuando en el descenso alcanza la altura de su partener, se coloca justo detrás y entonces emite una voz para avisarle.
Cómo si hubiera entendido el mensaje, el ave adelantada aminora a su velocidad para permitir que su acompañante se aproxime.
Durante todo el cortejo el contacto visual entre los dos miembros de la pareja es constante, complementado, además, con su estridente voz, lo que asegura que, en todo momento, sean conscientes de sus respectivas posiciones, permitiendo así una impecable sincronización.
Situados ambos miembros a la misma altura comienzan, ahora, un vuelo en paralelo.
Y de nuevo se aproximan para situarse muy juntos
Tan próximos, que de nuevo me parece que se acarician con sus alas durante el vuelo. Pero si algo caracteriza a los charranes es su envidiable capacidad para volar y disfrutar haciéndolo. Por ello, rápidamente, la pareja modifica de nuevo su rumbo al unísono, como si estuvieran unidos por hilos invisibles.
Y así dan, otra vez, un giro de 180º, pero sin que en ningún momento sus cuerpos se separen ni pierdan el paralelismo.
Pero esta vez se colocan de nuevo a diferente altura y uno detrás del otro.
Y, al instante, el ave que está más adelantada gira la cabeza y mira a su pareja, en lo que parece una señal, porque inmediatamente ésta aminora su velocidad.
Por el visor de la cámara, contemplo, impresionado, como se gira rápidamente y se coloca frente a su homólogo, cara a cara, buscando la mirada directa.
El giro brusco y la mirada de su amante, provoca que el ave se detenga, permaneciendo, mediante un cernido, en el mismo lugar.
…Y así, suspendida inmóvil en el aire, observa expectante a su cónyuge, como si algo extraordinario fuese a suceder.
Y efectivamente ocurre algo asombroso. Su pareja se aproxima tanto y tan de frente, que parece quisieran fundirse en un abrazo. Es uno de esos «momentazos» que provocan un subidón de endorfinas en cualquier amante de la naturaleza. Me siento más feliz que si hubiese sido yo el protagonista del «abrazo».
Continua la pareja sus vuelos sincronizados con los mismos patrones descritos hasta ahora: vuelo superpuesto, en paralelo, picados y acrobacias, en las que ambos cónyuges exhiben sus destrezas aéreas.
Y estando, en todo momento, absolutamente pendientes el uno del otro.
Transcurridos no más de 10 o 15 minutos, la pareja da por finalizada su danza área y regresa de nuevo a la colonia.
CÓPULA DEL CHARRÁN COMÚN
Tras el «Sí quiero» y el baile nupcial, solo resta una cosa: consumar el matrimonio. El pez que el macho ofreció a la hembra y la extraordinaria danza aérea que han llevado a cabo, han afianzado el vínculo entre ellos. Ambos han servido para constatar sus habilidades, tanto para el vuelo como para la pesca, así como su excelente estado de forma física. Son dos condiciones indispensables para la transcendental y agotadora tarea que les mantendrá completamente ocupados durante los próximos meses.
Tras el aterrizaje, la pareja hace un recorrido andando por el territorio de la colonia. Los dos caminan juntos y muy despacio, con sus alas caídas en clara actitud de cortejo. Tienen que ir sorteando a otros charranes, que también andan de galanteos o ya apostados en el nido y con mucho cuidado de no invadir territorios ajenos, si no quieren verse envueltos en una pelea. La colonia es, en ese momento, un continuo bullir de actividad, ya está todo el terreno ocupado y los charranes durante la cría son muy territoriales.
Los charranes también f@llan
Llegan a un punto, junto a una salicornia, que parece más despejado. La hembra se detiene un momento y el macho lo interpreta como una invitación, porque al instante se sitúa detrás y pone delicadamente una pata sobre su espalda. Parece que está muy impaciente por copular con su pareja.
Por eso, rápidamente, se sube encima de la hembra a la par que emite un Kierri-Kierri-Kierri, estridente y muy sonoro, como es habitual en esta especie. La hembra, por su parte, se expresa con una voz diferente, un Kit-Kit-Kit brusco y repetitivo, pero tan potente que destaca por encima de las numerosas voces, siempre presentes, en una colonia de charranes.
Sus diferentes expresiones vocales y la posición de la hembra me hacen sospechar que algo no va bien. Los órganos sexuales de las aves desembocan en la cloaca, una cavidad en la que acaban tanto el sistema excretor como el reproductor. Para que el apareamiento sea posible es necesario, por tanto, que ambos progenitores unan sus cloacas y para ello es imprescindible que la hembra levante su cola, lo que no parece que esté ocurriendo.
Y efectivamente, ante la imposibilidad de la unión, el macho acaba apeándose. Desconozco la razón, pero es obvio que la hembra está poco colaboradora e imagino que el macho está muy decepcionado, como yo, que estaba ya expectante ante la posibilidad de capturar el apareamiento.
Tras el frustrado intento, la hembra sale andando despacio y el macho la sigue. Constato que la fracasada tentativa no ha hecho mella en la actitud de la pareja, que continúa su periplo por la colonia con las alas semiabiertas y su chirriante canto, lo que denota la ausencia de merma alguna en su objetivo reproductor.
Este hecho lo corroboro unos minutos después, porque llegados a un punto, muy próximo a dónde fotografié el cortejo terrestre, la pareja ejecuta un nuevo intento de coito.
Y esta vez parece diferente. La posición de la hembra, con su cuerpo agachado soportando el peso del macho, pero en postura horizontal y su cola levantada, me hacen intuir que, en esta ocasión, sí va a ser un apareamiento efectivo.
Son apenas unos segundos (poco menos de un minuto), pero en ese corto intervalo puedo ver como los amantes unen sus miradas, en una imagen que me resulta cargada de ternura y que lo que me transmite no difiere mucho a la expresión del amor conyugal, como lo entendemos los humanos.
Un pequeño giro de sus cuerpos al final del coito, posibilita que los pueda contemplar de perfil y corroborar, esta vez sí, la unión de sus cloacas.
Tras este apareamiento vendrán más vuelos de cortejo, más coitos, la puesta de los huevos, la incubación y la crianza de la prole. Habrá muchísimo trabajo, abundante estrés y numerosas peleas, con otros charranes y otras especies, pero también disfrutarán de momentos de solaz, diversión y expresión de afecto. Será un periodo muy intenso y, aunque mucho más corto, no muy diferente a la crianza humana. Ocurrirán interesantes acontecimientos que encierran atractivas historias y que merecen ser conocidas. Dejo su narración para posteriores publicaciones.
SOBRE EL VUELO DE CORTEJO Y LAS IMÁGENES
EL VUELO DE CORTEJO
Los vuelos de cortejo del charrán común suelen realizarse a gran altura, por lo que la mayoría de las veces están fuera del alcance de los teleobjetivos. Quizás sea por esto por lo que no he encontrado ninguna publicación en la red, escrita, gráfica o audiovisual, tanto en castellano como en inglés, que lo describa con el detalle e imágenes que aparecen en este post. Sí he encontrado algunas publicaciones con observaciones, narradas sin imágenes, describiendo el cortejo aéreo de otras especies de charranes como esta de Seabrook Island, EEUU (en inglés), que ponen de manifiesto que la complejidad de los vuelos de cortejo es común a la mayoría de especies de charranes del planeta.
Me hubiese gustado encontrar más información detallada, referida a un tipo de comportamiento animal tan notorio como este del charrán común, para poder contrastarla por lo observado por mí, máxime si va a ser publicado, como en este caso.
Pero lo cierto, es que he reconstruido toda la narración de la secuencia del vuelo de cortejo a partir solo de mis imágenes. Entre las numerosas horas que pasé la primavera pasada observando la colonia de charranes de San Pedro del Pinatar, tuve la suerte de contemplar un vuelo completo de cortejo y otro a medias. Ambos se produjeron a una altitud que me permitió fotografiarlos.
Lógicamente no hay dos vuelos iguales, ni siquiera de la misma pareja, pero comparando las imágenes de los dos observados y fotografiados, sí puedo asegurar que se repiten los patrones que he descrito: vuelo superpuesto, vuelo paralelo, giros de 360º sobre si mismos, bruscos cambios de rumbo de 180º, picados y contrapicados. Todo ello acompañado de una sincronicidad, coordinación y elegancia tales, que deslumbran por su belleza a quien tiene el privilegio de poder contemplarlos.
LAS IMÁGENES
Como estás observando, todas las imágenes de este apartado son distintas. La historia que he contado es una historia de amor, diferente, sí, pero como lo son todas las historias de amor, porque cada una es única. Quería que las últimas imágenes reflejaran este hecho, por eso las he generado con Inteligencia Artificial y después las he transformado con Photoshop para que cuenten la historia que yo pretendo. También quería que la imagen final fuese como la de las películas, hoy clásicos del cine, que forjaron un concepto del amor romántico en los adolescentes de mi generación, en salas petadas en vespertinas y ruidosas sesiones dominicales que olían a chicle, pipas y palomitas. Sí, así acababan las buenas historias de amor, con los dos protagonistas dándose un «pico» a la luz de la luna, antes de que apareciera el «The End».
6 comentarios
Me ha encantado, Juan Ramón. No sólo por las fotografías, que son espectaculares, sino por la maravillosa secuencia fotográfica acompañada de claro texto narrativo que describe todo el cortejo y cópula de los Charranes.
Te felicito
MGH
Gracias Martín por tu felicitación. Es muy satisfactorio saber que te ha gustado y un placer complacerte. Enormemente agradecido de que lo hayas expresado.
Enhorabuena por este bonito documental fotográqfico y explicativo de esta especie, Me lo estaba imaginando poniéndole voz de Felix Rodriguez en sus famosos documentales.
Muy buen reportaje y gracias por compartirlo
Gracias Jose Antonio. Que bueno que hayas traído el recuerdo de Félix, un maestro de la divulgación ambiental y con el que aprendimos a amar la naturaleza.
Estupendo reportaje fotográfico, fotos geniales y el texto qué decir: una historia preciosa de amor y libertad. Enhorabuena Juanra!
Muy agradecido, Maripaz, por tu felicitación. También te agradezco tu comentario sobre las fotos y el texto, trayendo a colación su carácter de «historia de amor y libertad», porque eso es lo que esencialmente cuenta. Creo que con el «amor», al igual que ocurre con otras cualidades, tenemos una visión excesivamente antropocéntrica.