“Noches de Osa” es un relato que debe ser leído en clave de humor (a ser posible bueno), que gira en torno a 15 fotografías nocturnas que he realizado este septiembre en mi pueblo, Osa de la Vega. Se fundamenta en los recuerdos de un niño de ocho años, que era la edad que tenía el único curso que pasé en el pueblo. Fue una época feliz y, aunque con las sombras inevitables de la España de entonces, es el período infantil del que más recuerdos tengo y más gratos son.
Además de mis fotografías hay otras tres ilustraciones. Una es una osa amamantando a sus crías, de Florian Schulz, fotógrafo de National Geographic y dos óleos, «Pelea de niños» de Goya y «El rapto de las sabinas» de Jacques-Louis David.
ORIGEN PREHISTÓRICO
Ya de niño me llamaba mucho la atención ese nombre tan totémico, Osa de la Vega. Me transportaba a la prehistoria cuando osos y humanos convivían y la vega con su río, en la que ahora está el pueblo, sería el territorio en el que cazaba y vivía una osa.
Aquella mañana, el maestro comenzó a contar la historia de que Roma debía su nombre a Rómulo y Remo, sus fundadores, que fueron amamantados por una loba. El maestro no nos contó nada más de Roma porque se durmió, como de costumbre, momento que fue aprovechado por los más mayores, para sustraerle un par de cigarrillos del paquete de celtas con filtro que asomaba por el bolsillo de su chaqueta, mientras los más pequeños nos lanzábamos los palos de sarmiento, que hasta hacía poco habían servido para encender la estufa de leña que caldeaba la clase.
Era ya verano, por lo que al terminar la escuela fuimos a la arboleda a bañarnos en el río. Mientras nos secábamos al sol, pregunté si alguien sabía cómo se había fundado la Osa, pero nadie me respondió, quizás porque, inexplicablemente, estaban más interesados en los chistes verdes que contaban los mayores, mientras se fumaban los cigarros del maestro , que en responder a las preguntas raras de un crío.
Así es que con los mimbres que tenía, tejí mi propia historia . De la fundación de Roma saqué dos conclusiones:
1.-El nombre a un pueblo, como a un niño, se le pone cuando nace.
2.-Si en el nombre está implicado un animal salvaje hembra, es muy posible que haya un amamantamiento de por medio.
Por lo que ponía en la enciclopedia Álvarez, la prehistoria fue una época de muchos estrés, en la que se pasaban el día corriendo. De que no les perseguía un tigre de dientes de sable, lo hacía un oso de las cavernas, cuando no otro grupo humano con el que se toparan. Sería por tanto habitual, que hubiera niños que, rezagados, se perdían por el campo, máxime si eran bebés que les cundía poco correr a gatas.
Aquella hermosa tarde de estío , en la que el olor a mies recién trillada me entraba a bocanadas con cada inspiración, deduje que los primeros fundadores de mi pueblo fueron dos bebés perdidos amamantados por una osa, parecido a Roma, solo que en vez de Rómulo y Remo se llamarían Pedro, Juan, Constancio, Clarencio o Emeterio que eran nuestros nombres.
MALDITOS ROMANOS
Atrás quedaba un duro invierno en el que yo salía corriendo de la escuela para encerrarme en casa de mis abuelos. El motivo era que había un grupo de chicos, interesados en zurrarme, que estaban al acecho. Claro que, sus motivos tenían. En aquella época cualquiera que viniera de fuera era forastero y resultaba sospechoso. Si además carecía del característico deje local y no utilizaba expresiones autóctonas como “Óspera” o “Tepadequé” , como era mi caso, se consideraba una burla, atribuible más a la chulería que a la falta de contacto con el dialecto específico, lo que entiendo que pudiera molestar a más de uno.
Una tarde el encuentro fue inevitable en la fuente de la plaza, frente al ayuntamiento. Me rodearon y uno de los muchachos se vino hacia mí dirigiendo su puño contra mi rostro pero, con tan poco acierto, que lo estrelló en las narices de su primo que estaba detrás mío. Los alaridos del pobre muchacho y la sangre que brotaba de su hinchado apéndice nasal, nos asustó tanto a todos que salimos escopetados hacia nuestras casas, dejando solo al herido llorando desconsoladamente. Aquello supuso el fin de las hostilidades y el nacimiento de una hermosa amistad.
Pero no fue hasta unos meses después que adquirí la condición de miembro de pleno derecho. En mi pueblo toda la gente importante tenía un mote. Este podía adquirirse por herencia pero también por mérito propio, como un título nobiliario, por lo que era indicativo de status social. Yo fui bautizado como “Pocas chichas”, por mi endeble constitución, título que era para mí un motivo de orgullo y satisfacción por dos razones. La primera y principal porque me convertía en un ciudadano relevante, que tenía su propio apelativo y la segunda, y no menos importante, que este no lo heredaba de mis familiares, que algunos también tenían mote, sino que se debía a valores propios.
Algún tiempo después, descubrí que el vocablo “osa” viene de “fossa”, haciendo referencia a las fosas, las minas romanas de lapis specularis , que hay en el pueblo y que contribuyeron al esplendor de Segóbriga. Parece ser que los romanos eran muchos y estuvieron muchos siglos, pero cuando Don Pepe (el otro maestro del pueblo) pasaba lista, nadie se llamaba Giuseppe o Lucca, ni se apedillaba Rossi o Ferrari. No había duda que ya no quedaba ni uno. Se conoce que un día, hartos de hacer fosas en «las Obradás» extrayendo espejuelo (lapis specularis) y que los romanos se llevasen los cuartos, les dimos lo que no está escrito. Habíamos echado definitivamente a los malditos romanos y, conociendo a los de mi pueblo, seguro que no llevaron frío ¡me río yo de Asterix!. De todas maneras era indudable que se lo tenían merecido por abusones, y además eran unos guarros que usaban la orina para lavar la ropa, según había leído en el Selecciones Reader’s Digest.
NOCHES DE FIESTA EN LA OSA
Decido salir a fotografiar la puesta de luna por el cerro de San Marcos. Me acompañan mi mujer, Trinidad, y mi hija Elisa. Como quería que la luna, en cuarto creciente, fuera de gran tamaño y con detalle, me fui a 4 km, al este del pueblo, para hacer una multiexposición con un teleobjetivo de 600 mm. El lugar es el cruce de caminos Tresjuncos-Villaescusa con Osa-Fuentelespino
Es septiembre y mi pueblo se viste de fiesta. Es el segundo sábado del mes, la noche de la pólvora. Desde la misma localización que fotografío la luna, mi hija, mi santa y yo vemos como el cielo negro se ilumina de colores.
Inevitable el recuerdo de tantas noches de pólvora, que es así como se denomina en mi pueblo de manera mucho más acertada, a mi juicio, a los fuegos artificiales. Este término es un oxímoron, ya que el fuego es uno de los cuatro elementos naturales, por lo que difícilmente puede ser artificial.
HERMANO GORRINO
Antes de la pólvora el cielo nocturno ya se iluminaba debido a una tormenta. Me aventuro a capturar algún rayo. Al utilizar tiempos de exposición largos, los luceros (a las estrellas las llamamos luceros) salen como trazas y parecen gotas de lluvia, lo que acentúa la sensación de momento de la imagen.
Lo que se ve en la imagen es la granja de cerdos de la carretera de Fuentelespino. Recuerdo que siempre nos hemos llevado muy bien con los gorrinos. Mi mente, de nuevo me transporta a la infancia, cuando los cerdos eran compañeros de juego habituales. Jugábamos a torear, cuando repartíamos los papeles el gorrino mandaba y era el primero que escogía. Abríamos la gorrinera, si el guarro salía embistiendo a todo lo que le ponía delante, nosotros lo toreábamos. Por el contrario, si el puerco se quedaba parado y no embestía, respetábamos su decisión y éramos nosotros los que íbamos a por él. Al intentar atraparlo solía hacer unos recortes espectaculares, tras lo que acabábamos revolcados por el suelo del corral.
Y es que el gorrino, aparte de por las evidentes razones alimenticias, siempre ha estado muy presente en nuestra cultura, desde los juegos infantiles hasta los apelativos que cariñosamente poníamos a nuestros seres queridos, como el maestro Don Pepe, al que llamábamos “la gorrina cinchá”, supongo que por el cinto de cuero que, a modo de cincha, rodeaba su generoso vientre.
Tampoco me extrañó, cuando mi abuela me contó la triste y cruel historia del crimen de Cuenca, que los cerdos jugaran un papel importante y fuera para bien. Acusados de un crimen inexistente en el que, por tanto no había cadáver, dos vecinos de mi pueblo fueron cruelmente torturados para que explicaran la no aparición del mismo. Ellos, santos inocentes, inventaron varias versiones para acabar con la tortura, pero ésta no finalizó hasta que invocaron a los gorrinos, con el testimonio de que cortaron el cadáver en trozos y se los echaron a los cerdos. Estos asumieron la culpa de la desaparición del cadáver y acabaron con el sufrimiento de los agraviados ciudadanos.
En la actualidad existen dos granjas de cerdos en mi pueblo que, junto a la agricultura, suponen la mayor fuente de ingresos del mismo.
LA SOMBRA DE DON QUIJOTE
El cielo nocturno es espectacular, Al final del crepúsculo astronómico la luna ya se ha puesto y la vía láctea, con su corte de miles de estrellas, comienza a verse con nitidez.
Me estremece pensar que ese mismo paisaje, campos de cultivo de un perfil llano rodeados de pequeñas elevaciones de terreno con vegetación de monte, es muy parecido al que contemplaron Don Quijote y Sancho Panza, en el episodio en que Sancho y su asno cayeron en una sima, que algunos cervantistas sitúan en mi pueblo. Después del rescate ambos se reencuentran tras un largo periodo separados y se dirigen al castillo ducal, que bien podría ser el castillo de Haro, por lo que en este cruce de caminos pudieron decidir si lo hacían por Villaescusa o Fuentelespino.
Pudo ser en este lugar, donde Sancho cuenta al ilustre hidalgo su desafortunada experiencia, como gobernador de la ínsula de Barataria y su preocupación por “el qué dirán “,a lo que Don Quijote responde con la lucidez y acierto que le caracterizan (ruego al lector que, para mayor verosimilitud se imagine el párrafo como si lo recitara Fernando Fernán Gómez)):
-“No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres; que será nunca acabar: ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen dél que ha sido un ladrón; y si sale pobre, que ha sido un parapoco y un mentecato”.
Mientras fotografío los molinos que como gigantes se yerguen tras Tresjuncos sobre la Sierra de Almenara, me divierto imaginando lo que pensaría Don Quijote de los actuales molinos de la Mancha:
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en la Sierra de Almenara, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados extraterrestres, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué extraterrestres? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son extraterrestres, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, dan luz a los pueblos.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras,: ellos son extraterrestres; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
He subrayado lo poco que se ha modificado del texto original. Una prueba más de la genialidad de la novela cervantina y la universalidad de la misma aplicable a cualquier tiempo y lugar.
SAN MARCOS
Pero de las dos fiestas que tiene el pueblo mi preferida es la fiesta de San Marcos, el 25 de abril. Se hace una romería en la que nos desplazamos a pasar el día al cerro de San Marcos, donde se erige una pequeña ermita del mismo nombre.
Es una fiesta con más suspense que una peli de Hitchcock. Nunca existe la certeza de que se pueda celebrar, por el tiempo reinante. El refranero es generoso con San Marcos y son varios los que hacen referencia a sus condiciones meteorológicas. Por ejemplo “Abril seco, pero si en San Marcos ha llovido, no hay nada perdido” o “San Marcos trae vendaval, por delante o por detrás”, uno más “Si por San Marcos llueve, lo hace 40 días y si hace viento, 40 días más”.
En mi pueblo, que siempre hemos sido muy ahorradores, en un alarde de economía verbal resumimos todos los refranes en uno: “San Marcos, San Marcos, rey de los charcos”. Con esto despachamos no solo el refranero sino además, la previsión del tío del tiempo y las cabañuelas para todos esos días de fiesta.
Como se ve, la ermita tiene una campana cuya misión es la ayuda a la fertilidad. Según la leyenda, toda mujer que hace sonar la campana se queda embarazada ese año. El día de la romería la campana no deja de sonar, aunque bastantes mujeres ya no están en edad fértil, ellas, con una fe inquebrantable, siguen tirando del badajo.
“Pero hermana María, si usted ya no puede quedarse embarazada”, le digo a una. “Aque chorra, pero me sigue encantando intentarlo”, me responde con sonrisa guasona y estallamos ambos en una carcajada.
LOS CASTILLOS QUE LO SON GRACIAS A MI PUEBLO
Lo que no tiene mi pueblo es un castillo. De niño esta circunstancia me inquietaba, porque casi todos los pueblos colindantes poseen uno: La Puebla de Almenara , Belmonte y el castillo de Haro que valía tanto para Villaescusa como Fuentelespino. Gracias a lo tebeos de “El Jabato”, me había convertido en un experto en guerras medievales y sabía del carácter defensivo de los castillos. No me explicaba como mi pueblo no tenía castillo, siendo incluso más importante que otros que si lo tenían. Para explicarlo acudí, sin yo saberlo, a la Lógica (más tarde, en la adolescencia, descubrí que es la parte más importante de la Filosofía, para después descubrir que es la que menos se utiliza). Así es que construí dos premisas y extraje la conclusión:
–Si nosotros no teníamos castillo es porque nunca lo habíamos necesitado.
–Si los demás tenían castillo es porque sí lo habían necesitado.
Siendo el castillo una estructura defensiva, si nosotros no teníamos castillo y todos los que nos rodean si lo tenían, el silogismo resultante es evidente: los teníamos acojonados.
Esta imagen, como la anterior, corresponde al castillo de la Puebla de Almenara. Es una fortaleza del siglo XIV situado sobe la sierra de Almenara a espaldas del pueblo.
Cuando iba al pueblo en el coche de línea, que se llamaba “El coche de viajeros” ( era todo un viaje completar su trayecto de 49 kilometrazos hasta Tarancón en apenas tres horas y media) , me parecía admirable la imponente silueta del castillo de la Puebla recortada sobre el cálido cielo crepuscular. Debo aclarar que el estado tan deplorable en que se encuentra la fortaleza, no es responsabilidad de los osenses, a pesar de que lo pueda parecer , sino más bien fruto de siglos de abandono y dejadez.
Y este es el castillo de Haro que se encuentra en el término municipal de Villaescusa de Haro. Es una fortaleza del siglo XV situada a orillas del Záncara, y que se accede a ella por el camino de la Osa lo cual, como ya sabéis a estas alturas del relato, no es fruto de la casualidad.
Falta el castillo de Belmonte, porque no me dio tiempo a fotografiarlo de noche, pero no os preocupéis hermosones que si alguno no lo conoce puede encontrar miles de fotos en la red, ya que es el mejor conservado y mucho más conocido de los tres.
EPÍLOGO
En la actualidad, igual que en mi niñez, mi pueblo sigue siendo un lugar hermoso, poblado por personas a las que quiero. Tanto su paisaje físico como humano son parte esencial del mapa de mi vida. Agradezco a la vida la oportunidad de haber nacido en un lugar en el que, aún sin conocerme, nunca sería un desconocido, porque siempre sería “el hijo, nieto, sobrino o primo de…” Un lugar en el que tu historia personal se enlaza con la de otras muchas personas y se remonta en el tiempo. Algo parecido a lo que tienen los reyes, un árbol genealógico, pero con menos endogamia, menos idiotas, y, sobre todo, con mucho menos gasto .
Por último decirte que tanto si te han gustado el relato y las imágenes, como si los has encontrado deplorables, o encuentras imprecisiones o encuentras coincidencias, o cualquier otra circunstancia que hayas sentido o imaginado al leer el relato, me encantaría que lo dejases en los comentarios al final de la página (no es necesario que pongas la dirección de correo ni cualquier otro dato, basta con que escribas tu comentario) .
14 comentarios
Bonito y divertido relato que además de ayudarme a conocer más tu pueblo y tu infancia, me ha transportado también a mi infancia manchega, donde el autor de este relato forma parte de mis más apreciados recuerdos…
¡Qué bonito!, muchas gracias. Sé que te refieres a Villaescusa de Haro. Pido disculpas, en nombre de mi pueblo, a los de Villaescusa, localidad hermana, por haberlos currado durante siglos y obligado a construir el castillo de Haro para defenderse.
Me ha encantado, recorrer con esta historia, parte de mi infancia, muchos recuerdos y personajes entrañables. Enhorabuena Juanra
Muchas gracias Maria Antonia. Me encanta que me lo digas porque creo que eso forma parte de la magia de un pueblo: un lugar común que nos une en el espacio y en el tiempo
Juanra, es un entrañable relato de nuestro pueblo. Reencuentro de imágenes, olores y muchos sentimientos de nuestra infancia en este blog. Un abrazo.
Muchas gracias Carlos. Es muy estimulante saber que compartimos sensaciones y emociones de nuestro pueblo y un halago poder transmitirlas. Un abrazo
Me ha encantado tu relato…
Te agradezco que lo hayas compartido con nosotros.
Muchas gracias Mar. Aunque tú eres más joven espero que que hayas reconocido lugares comunes.
Hola Juan Ramón. Bonitas fotos y admirable prosa. Sólo cuando las palabras salen del corazón, se puede escribir así. Felicidades y un abrazo.
Así es Antonio. Qué agudeza la tuya.Me he emocionado y divertido mucho escribiéndolo. Muchas gracias por verlo. Encantado de lo que hayas disfrutado.
Hola Juanra. Estupendo relato para compartir algunos recuerdos de tu infancia en Osa de la Vega y bonito atrevimiento las justificaciones del nombre del pueblo y el no tener castillo propio.
Las imágenes, espectaculares, que engrandecen el hermoso relato cargado de sensibilidad.
Muchas gracias Martín. Me alegro que te haya gustado el relato y las imágenes. Te agradezco mucho que lo hayas expresado en tu comentario.
JAJAJAJA está gracioso muy chulo JUANRA.bonito guiño a tu pueblo,me he acordado de mí pueblo y de mi infancia..las fotos tremendas👏
Gracias Antonio, me alegro de que te haya gustado y recordado a tu pueblo. Es el privilegio que tenemos los que hemos nacido en un pueblo, compartimos vivencias muy parecidas.