Con «El Arco de Amalia» quiero mostrar un particular lugar de Cartagena y su leyenda, posteriormente resucitada por un fatal suceso.
Como mi anterior publicación «Cabo de Palos y el Arco del Rey», ésta también es de un arco de piedra en el mar, pero va mucho más allá. Si hermoso es el arco, lo es más aún, el espacio que lo rodea. El conjunto tiene una apariencia barroca pero solemne y absolutamente magnificente, que transmite una sensación de sacralidad, propia de un templo.
Como una obra de arte cuántica, de incontables posibilidades, todas igual de bellas, el paisaje que acompaña al arco se va transformando con cada nuevo punto de vista y los cambios de luz, conformando numerosos y hermosos paisajes dentro del mismo. Es casi mágico y no es de extrañar, por tanto, que cuente con su propia leyenda. Posteriormente, un hecho acaecido en el mismo lugar, nutrió aún más la leyenda, que ya forma parte del patrimonio esotérico de Cartagena.
Para no entorpecer la continuidad de la narración, los comentarios sobre las imágenes y la leyenda, los expondré al final de la misma.
LA ALGAMECA CHICA
Situada en la desembocadura de la rambla de Cartagena, la Algameca Chica es un extraño lugar que parece extraído del exótico delta del Mekong. El poblado es un colorido conjunto de unas 100 barracas flotantes sobre el agua, construidas en madera y cemento, coronadas de uralita y con una barca en la entrada. Son asentamientos sin papeles, sobre terrenos de Defensa, que comenzaron en 1881 con la construcción de cinco viviendas y una taberna.
Lleva casi siglo y medio en la más estricta ilegalidad, pero ahí sigue en pie. Las diferentes administraciones miran para otro lado y sus habitantes viven en un pueblo, administrativamente fantasma, pero con un derecho ya secular. El nombre se debe a Selim El Algamek, un eremita musulmán que habitó el lugar durante la dominación árabe.
Desde la Algameca, por un sendero que conduce hasta el mar, se accede al Arco de Amalia.
APARECE LA MAGIA
En Cartagena era común, cuando alguien no se creía lo que otro le estaba diciendo, responderle: «Eso se lo cuentas a la Amalia«. Ésta, -según se recoge en el libro «Leyendas, tradiciones y hechos históricos de Cartagena», publicado en 1911 por el cronista oficial Federico Casal- era una adivina con fama de practicar la brujería que «habitaba en una casita cuadrada, blanca como una gaviota y levantada a unos cuantos pasos de unos profundos rehundidos que hoy llevan su nombre».
Estos rehundidos, es un emplazamiento al lado de Algameca, conocido como Arco de Amalia. El lugar tiene un hechizo que seduce al instante. Es una formación de rocas que se adentra en el mar, en el que éste queda casi encerrado dentro de un pétreo anfiteatro, formando una piscina natural de particular belleza, conocida como cala de Amalia.
En el interior de las rocas, el fotógrafo de paisaje alucina con el panorama que contempla. Piedras de múltiples formas, tamaños y colores, que dejan piscinas entre medias, también con fondos rocosos. Las oportunidades compositivas son tantas, que abruman.
Esas grandes rocas que custodian las salida al mar se conocen como las «Puertas del Universo». El hecho de que las rocas tengan nombres y sus expresivos significados, son exponentes del enorme atractivo del sitio que, sin embargo, es muy poco conocido fuera de Cartagena. Los nativos, por el contrario, lo visitan con frecuencia, a pesar de su lejanía a la ciudad y el incómodo acceso, bien para el baño, buceo o pesca.
La posibilidad de moverse por las rocas e incluso meterse en el mar, buscando un orden de líneas y formas, en el aparente caos, es divertido y estimulante para los que disfrutamos con el paisaje y nos permite gozar de encuadres diferentes de gran belleza, dentro de la misma ubicación.
Y este es el lugar en el que habitaba Amalia. La disposición de recursos como la pesca y sobre todo, la oportunidad de recolectar hierbas medicinales en los montes aledaños, conformaban un espacio que era idóneo para la adivina. El aislamiento, además, maridaba gustosamente con su carácter libertario y le aseguraba la discreción exigida en su profesión, con los medios suficientes para hacerlo.
El difícil acceso y el alejamiento de cualquier núcleo de población apuntalaban la seguridad de una existencia solitaria, cómodamente instalada en la marginalidad social, a una mujer que, empujada por el instinto de supervivencia, había encontrado en la magia su modo de ganarse la vida.
AMALIA
Amalia llevaba así una humilde, pero digna existencia. A su casa acudía gente con todo tipo de males, y en bastantes ocasiones estos se solucionaban, bien por la propia resistencia del enfermo, o bien por el potencial sanador de sus brebajes, de lo que ella estaba absolutamente convencida. En compensación recibía hortalizas y pequeños animales que complementaban su necesario sustento.
También la visitaban personas desorientadas, almas perdidas que buscaban a la sibila para que las reconfortara con el augurio de un esperanzador y brillante futuro. Eso reportaba fuerzas suficientes a los desgraciados, para seguir soportando las miserias de su amargo presente.
Pero su especialidad y el grueso de sus consultas, eran por mal de amores. Si un chico enfermaba, porque bebía los vientos por una mujer y no era correspondido, ahí estaba Amalia para intentar encender la llama en la muchacha o, en su defecto, rebajar el ardor del muchacho hasta que el enamoramiento se le pasara . Su innata intuición, sus dotes de observación y la experiencia acumulada, le proporcionaban una gran capacidad para el conocimiento profundo de las personas, por lo que solía encontrar siempre la mejor solución posible.
EL ORÁCULO
Hasta contaba con su propio oráculo, una gran roca que se erigía como un enorme buda en posición de loto. Las imágenes, que fugaz pero repetidamente, le asaltaban cuando pensaba en el futuro de una persona, cobraban más intensidad y nitidez delante de la gran piedra. A los pies del oráculo, lo que parece un grupo de cantos sin aparente expresión, son runas en la mente iniciada de Amalia, que sabe leer las piedras, extraer su información e interpretarla adecuadamente.
En ese lugar, en definitiva, era capaz de apreciar muchos detalles que complementaban sus visiones y le permitían concluir una previsión mucho más certera. Esta capacidad para ver imágenes del futuro, le acompañaba desde niña, y con el uso frecuente y el paso de los años, se fue acrecentando.
EL ARCO
Pero su rincón favorito era un arco de piedra que, simbólicamente, une el mar y la tierra. Es un monumento natural, de sensacional hermosura, entre dos mundos. Exponente de un combate tan viejo como el tiempo, es la obra resultante de la incesante lucha entre los elementos, agua y piedra.
Le parecía un claro ejemplo de lo que la realidad oculta y una lección que aprender cuando se descubre . La roca, solidez y permanencia, contra el agua, blandura y molicie. Y es la suavidad y tenacidad del agua, la que se impone a la dureza e impenetrabilidad de la roca, pulverizando su fortaleza, que desvalida, acaba sometida y moldeada a su antojo.
LA LEYENDA
Los lugareños y pescadores de la zona, bien sabían del afecto que Amalia profesaba a este lugar. Todas las tardes, cuando el sol se apoyaba en el horizonte, podía verse su figura, hieráticamente recostada en una roca, frente al arco, contemplando el mar, impasible y profundamente ensimismada. Por eso, hoy se le conoce también con el nombre de «Banco de Amalia».
Con los años, la fama de Amalia fue creciendo y extendiéndose por el territorio. Así fue como llegó a oídos de un acaudalado inglés, maduro capitán de un mercante que, con frecuencia, recalaba en Cartagena. Tenía como misión recoger los minerales extraídos de las productivas minas, que diseminadas abundan, en la horadada sierra que une Cartagena con Cabo de Palos.
El capitán se acercó a casa de Amalia con el fin de hacerle una consulta. Se desconoce el motivo de ésta, pero a esa visita siguió otra, y otra más al día siguiente . Quince días sucesivos estuvo el capitán yendo a casa de Amalia.
Tantas visitas seguidas llamaron la atención de la gente. La vidente, aunque respetada por temida, no era precisamente querida, pero sí muy popular. Nunca se le había conocido relación personal alguna y, mucho menos, amorosa, por lo que surgieron las inevitables murmuraciones.
-¡Y nada menos que un rico capitán! exclamaban maledicentes. ¿Qué ha podido ver en ella? ¡Con lo vieja que es ya!
-¡Claro. Seguro que le ha dado una pócima o cualquier otro tipo de encantamiento! ¡Recursos tiene, la muy bruja!. Decían otros.
Pero el capitán partió de nuevo y Amalia volvió a su rutina, lo que acalló los rumores en las semanas siguientes y tranquilizó a los envidiosos, contentos con lo que juzgaban como un fracaso de la hechicera.
Poco más de dos meses después de la partida del inglés, Amalia gozosa, divisó la reconocible silueta del gran carguero, bajo bandera británica, que conocía bien quien gobernaba. Igual que sabía porqué, tan arriesgadamente para un barco de su calado, se había acercado tanto a la costa. Era la misma empequeñecida figura que veía, desde la amura de estribor, sacudiendo enérgicamente los brazos, en un saludo tan grotesco, que le provocó una sonrisa con una pizca de ternura. A la mañana siguiente el capitán se plantó en su casa y le propuso matrimonio, que ella aceptó encantada. La noticia sorprendió tanto en la ciudad, que se propagó rápidamente, inundando todos los rincones de Cartagena.
Según comenta Casal, inmediatamente después de la boda partieron hacia Inglaterra. De Amalia nunca más se supo, pero quedó su leyenda como recuerdo y el dicho que cité al comienzo de la misma.
UN TRÁGICO SUCESO
En el verano de 1930 una niña fue ingresada en el Hospital de Caridad de Cartagena con conmoción cerebral, heridas y traumatismos múltiples. En el informe constaba que su nombre era Amalia Pérez Pérez, de once años de edad, vecina del barrio de Los Dolores y que las heridas habían sido provocadas por una caída desde gran altura, cerca del paraje conocido como «Arco de Amalia».
El hecho de que la niña se llamase igual que la adivina, y que fuese a caer en el lugar que lleva su nombre, hizo pensar a muchos que Amalia había vuelto de nuevo, reencarnada en la niña. Este suceso reavivó la leyenda y, en cierto modo, la extendió en el tiempo.
SOBRE LA LEYENDA
Esta es mi particular visión de la leyenda del Arco de Amalia. Me he basado en este artículo de la Opinión de Murcia que es fiel a la leyenda que, junto a otras crónicas, publicó Federico Casal. El libro, citado por el periodista, sé que existe y he tratado de conseguirlo, pero no he encontrado ningún ejemplar a la venta.
A mi juicio, son tantos los elementos de interés que tiene la historia, que su análisis daría para una publicación aparte.
Básicamente, me parece una sencilla leyenda de supervivencia, marginalidad social y segundas oportunidades. Me gusta que no sea una historia de amor al uso. Aunque acaba en boda, es una bruja y ya mayor, la que se casa y ni siquiera está claro que sea por amor, que en el relato aparece solo como fuente de problemas. Y lo que es más inusual, el relato acaba así, con la bruja casada y feliz, contraviniendo los cánones clásicos de su tiempo. Dispone, además, de sutiles referencias morales y sociales que invitan al debate.
SOBRE LAS IMÁGENES
Las imágenes en esta ocasión, son ilustraciones adaptadas al contenido de la narración. Son todas fotografías de larga exposición realizadas en el Arco de Amalia. En algunas he forzado, exageradamente, algunos ajustes de edición, para darles ese estilo cercano al realismo mágico, por el que transita el relato.
Pero hay tres ilustraciones a las que he añadido elementos. y no podemos considerar fotografías en sentido estricto. Son las imágenes de Amalia en el arco y la niña caída. Éstas son fotografías originales como las demás, en las que he añadido con Photoshop los cuerpos de Amalia y la niña. Hay otra, la del capitán, que es un autorretrato que me hice en el arco (25 segundos de exposición por lo que salgo algo movido) y es, por tanto, una fotografía también original, salvo por un detalle: la gorra es postiza.
SOBRE EL LUGAR
Creo que sobre el lugar ya está todo dicho, pero sí añadir el estado de abandono en que se encuentra. Es habitual encontrar plásticos y envases y hay pintadas por las rocas. Me consta, porque he hablado con varios visitantes, que muchos no conocen la historia del arco.
Si se diese la muy remota posibilidad que esto lo tuviese leyendo un responsable administrativo y, lo que ya es ciencia-ficción, se le ocurriese hacer algo al respecto, por favor ¡NO LO TOQUE!. Solo le faltaba que tuviese pasarelas y miradores.
Pero lo que si ayudaría, sería una limpieza de vez en cuando y la colocación de un económico y discreto cartel, que explicara los valores del lugar, e invitase al visitante a disfrutarlo y respetarlo. El sitio, desde luego, lo merece.
16 comentarios
Muy buen relato y como siempre muy entretenido que te hace disfrutar de la lectura y el entorno.
Las fotos son espectaculares
Muchas gracias por tu comentario José Antonio. Es un honor para mí viniendo de otro fotógrafo.
Soy Infante de Marina y cartagenero He visitado ese lugar cientos de veces desde los once años y sabía algo sobre la leyenda pero jamás también contada y desarrollada. Gracias.
Gracias Jose Vicente por tu comentario. Ha sido un honor para mí divulgar la leyenda del Arco de Amalia. Es una preciosa leyenda a la altura de un rincón encantador.
JuanRa, es un verdadero placer leer tus escritos y contemplar tus fotografías, unos al servicio de las otras, las otras al servicio de uno. Bien elegido y documentado el tema. Lo dicho, un placer.
Muchas gracias Mario por tu comentario. Es un honor para mí, recibirlo de un extraordinario fotógrafo.
Me encantó conocer esa leyenda. Hay lugares que atrapan y una historia los hace aún más bellos. Yo de ese lugar solo sabía su nombre y que mis abuelos se bañaban allí. Hace unos pocos años decidí ir y conocer ese sitio, desde entonces me gusta pasear por la zona y tomar un té.
Así que muchas gracias por aportarnos información e ilustrarla con esas bellísimas fotos
Muchas gracias Adela por tu comentario. Desde luego que es un lugar muy singular y puede que esa sea la razón por la que cuenta con su propia leyenda. Me parece maravilloso que, además, exista un vínculo afectivo, como en tu caso, a través de tus abuelos, lo que lo hace aún más especial para tí. Por eso no me extraña que te guste ir a pasear. A mí también me gusta ir con frecuencia, a pesar de que vivo lejos de Cartagena.
Hola JuanRa,
Amigo mío, te superas cada día en tus fotografías y descripción.
Con respecto al relato, haces una descripción correcta con sucesos que parecen realidad, me alegro que aparte de la fotografía te mantengas firme en tú escritura.
Un abrazo
Juan Manuel
Querido Juanma, agradezco mucho tu comentario. Expresas perfectamente esa frontera difusa, por la que circula el relato, entre ficción y realidad. Parafraseando a Susan Sontag con respecto a la fotografía, creo que «la realidad, es antes que nada, una manera de mirar, no hay una realidad misma». Lo que llamamos realidad es algo tan poliédrico y admite tantas miradas diferentes, que se desdibuja su límite con la ficción y ahí aparece la magia. Gracias por comentarlo. Un abrazo
Me ha encantado el relato, el año pasado estuvimos en Cartagena y, si hubiera sabido del lugar, igual nos hubiéramos acercado. Como siempre con tus relatos, haces que nos adentremos en la historia como si de una novela se tratase, ¿no te has planteado escribir alguna? Muy chulas las fotos, enhorabuena por tu blog, no tiene desperdicio
Gracias Alfonsi. Me encanta que hayas disfrutado con el relato. El arco de Amalia y su emplazamiento, tienen mucho atractivo y la Algemeca es un lugar muy pintoresco. Ya tendréis ocasión de volver acompañados por nosotros. Un beso
Superación constante.
Información y excelente narración de la historia, donde la prosa y las imágenes se hacen poesía y te imbuye en el mar, en la leyenda… en la belleza del conjunto.
Gracias Martín por tu preciso comentario y por hacerme llegar tu impresión. Me alegra que, además, sea positiva y el relato te haya parecido bello. Un abrazo
Lo visité hace 2 meses y sentí la magia que narras. Después de leer tu artículo, estoy deseando volver para explicarle a mis emociones el porqué de tal magia. Gracias por compartir, es algo extraordinario…
Muchas gracias por tu comentario y por expresar las emociones que sentiste en el lugar. Pienso como tú, la magia se percibe en el Arco de Amalia