Cabo de Palos y el Arco del Rey, como la trilogía que publiqué sobre Monfragüe, es el resultado de tres días consecutivos de fotografía en Cabo de Palos. Como es habitual en mis relatos, es una historia de ficción autobiográfica. Tras una breve introducción sobre la localidad, la narración comienza con la ejecución de una fotografía planificada con la luna, continua con varias fotografías encontradas y termina con una buscada. Es por tanto, además de una historia, una exposición sobre diferentes estrategias para abordar el trabajo fotográfico. Como sé que me lee mucha gente no especialmente interesada en la fotografía, he procurado huir de tecnicismos, pero exponiendo los apuntes necesarios, para que el interesado pueda entender como se han hecho las imágenes. Como novedad, decir que es la primera vez que publico algunas fotos hechas con móvil.
CABO DE PALOS
Cabo de Palos es una pequeña población de alrededor de 1000 habitantes, muy marinera, enclavada al lado del mar menor. Es conocida por su faro y como destino internacional para actividades marinas. Su reserva de Islas Hormigas está considerado como uno de los mejores lugares de todo el mediterráneo para la practica del buceo
El nombre actual se empezó a utilizar a partir del siglo XIII y no tiene nada que ver con palos. Viene de «Caput Paludis» que en latín significa literalmente, «el final de la laguna». Esta laguna no es otra que el mar menor, a la que los romanos denominaban «Palus» (laguna) . A partir de la Reconquista se llamaría Albufera, hasta el siglo XVI que tomó el nombre actual de mar menor, y «Palus» quedó relegado para nombrar solo a su cabo.
Lugar de fatales historias marineras, naufragios y piratas, en sus rocosos fondos marinos hay sepultados miles de cadáveres. Fue también el escenario de la mayor batalla naval de la guerra civil española y en la que más naves se vieron implicadas, que ocurrió en la noche del 5 al 6 de marzo de 1938.
Esa noche la visibilidad era mala y dos flotas, una republicana y otra franquista se avistaron, por casualidad, a vuelta encontrada (rumbos contrarios), a las 0:36. Tras el intercambio de disparos, el potente y moderno buque «nacional» Baleares fue alcanzado por un torpedo que destruyó completamente su sección de proa.
Todas las embarcaciones abandonaron el lugar excepto el Baleares, que comenzó a hundirse lentamente, durante varias largas horas, en las que se sucedían violentas explosiones internas, para acabar totalmente envuelto en llamas. A las 5 de la madrugada se hundió completamente. Media hora antes, guiados por el resplandor del fuego en el horizonte marino, habían llegado dos destructores ingleses. Primero intentaron evitar que el buque se hundiera, pero ante el fracaso, se dedicaron a recoger los cientos de náufragos, muchos de ellos con grandes quemaduras, esparcidos por una extensa superficie de combustible en llamas. Consiguieron rescatar 469 hombres, pero otros 788 se hundieron con el buque.
Las dos fotografías anteriores no son de Cabo de Palos. Necesitaba grandes barcos para ilustrar la batalla y me acerqué hasta Cartagena, en una localización próxima al puerto, donde sé que es fácil encontrarlos.
EL FARO Y LA LUNA
Es 8 de octubre, esta noche hay luna llena y ando un poco nervioso porque aún no he escogido un sujeto. Sé que suena feo, pero cada 28 días, la noche de plenilunio, como un licántropo preso de su naturaleza, siento la imperiosa necesidad de salir con la luna y atraparla. Con desgana, porque ya lo he hecho en dos ocasiones y no me gusta repetirme tanto, escojo, por proximidad, el faro de Cabo de Palos.
Agarro el móvil, abro Photopills, calculo la hora y un punto, lo más lejano posible, desde el que poder divisar la salida de la luna al lado del faro. Cuanto más lejos del faro, más grande es el tamaño de la luna en relación a éste. Me decepciona que tenga que ser desde la playa mediterránea de la Manga, a poco más de 1 Km del faro. Demasiado cerca, pero más lejos es imposible porque los edificios de la Manga impiden su visión.
La playa está vacía de bañistas pero veo, conforme me aproximo al punto señalado en Photopills, unas dos docenas de personas que, a lo lejos, son siluetas dispersas avanzando lentamente, de lo que infiero que debe ser una excursión del IMSERSO. Me parece ver que, algunos incluso, llevan garrota. «Es octubre y ya están en los hoteles. Han debido venir a ver la salida de la luna», pienso contrariado, maldiciendo a los animadores turísticos, que ya no saben que inventar para entretener al personal. Me gusta estar solo para poder moverme con libertad.
Todo son inconvenientes, en lo que está resultando un fiasco de salida fotográfica. Pero ¿Porqué coño he tenido yo que venir, otra vez, a fotografiar el faro y la luna?, me pregunto.
Mucho más cerca, mis miopes ojos corrigen a mi manchega mente quijotesca, que descubre sorprendida, que las garrotas son trípodes y los excursionistas fotógrafos, procedentes, como sabría después, de diferentes puntos de Murcia y el Sur de Alicante. Todos como yo, habían tenido la original idea de fotografiar la luna con el faro. Y también, casi como yo, la mayoría son jubilados cazadores de imágenes y, por supuesto, photopillers.
Se aproxima la hora en que aparecerá la luna sobre el horizonte. Como un batallón de soldados preparando el asalto, tomamos posiciones, se abren los trípodes, se fijan la cámaras y se revisan en un checklist memorizado, todos los ajustes necesarios para un disparo preciso. Mientras se comentan aspectos técnicos como el ISO necesario, la distancia hiperfocal o la subida de las pensiones. Los más «apañaos» sacan sus sillas.
Todos los objetivos están apuntando al faro. Ya es hora azul y la luna está a punto de salir.
El faro, destaca imponente con sus 81 metros de altura. Ya se ven algunas luces en su gran base rectangular, diseñada de ese tamaño para albergar una escuela de fareros.
Al final de la hora azul aparece la luna. Se acaban las conversaciones. Cada uno está a lo suyo, moviéndose por la playa para buscar el encuadre y realizando los continuos ajustes de cámara, imprescindibles para una exposición correcta en cada disparo, en un escenario de rápida disminución de luz.
La visión de la luna saliendo en hora azul es siempre un espectáculo. También es un excelente momento para fotografiarla. La escasa luz solar permite sacar, aún, detalle en el sujeto, mientras que en la luna, poco luminosa todavía, se aprecia su relieve con un hermoso color naranja, realzado por el azul del cielo. Son momentos para el disfrute de la vista y la concentración en el trabajo fotográfico. La mente no puede estar en otro sitio, es como una sesión de meditación.
Poco más de media hora después ya es noche completa, la luna está muy por encima del faro y ya sale quemada. Se acabó la sesión.
Es la hora de comentar lo acontecido. La satisfacción es general. Se ha podido ver bien la luna desde su salida hasta situarse por encima del faro. Otras veces esto no es posible porque la bruma o las nubes lo impiden.
Un fotógrafo nos enseña una imagen de un arco de piedra que hay en el Cabo de Palos. Quedo con otros dos fotógrafos, que conocen el sitio, para ir a fotografiarlo al día siguiente.
EL CAMINO AL ARCO DEL REY
Cuando se va a pie a una localización que está a cierta distancia, aunque se vean encuadres interesantes por el camino, no es frecuente pararse a fotografiar. Desplegar trípode, cámara, objetivos, filtros, temporizador, etc., lleva tiempo y después recogerlo, para seguir hasta el destino, también. En estos casos utilizo el móvil.
Y digo lo anterior porque el recorrido hasta el «Arco del rey» me pareció muy curioso e hice algunas fotografías con el móvil, que son las que acompañan este apartado.
El arco se encuentra a medio camino entre el puerto y cala Reona. Saliendo desde el puerto, al final de éste, se gira a la derecha y te encuentras con la imagen anterior. Hay que ir andando por ese estrecho pasillo entre el agua y las casas, por lo que es recomendable hacerlo con el mar en calma.
El recorrido asciende hasta los acantilados y continua por su borde. Las vistas son espléndidas y se pueden ver algunos (dos) arcos de piedra, pero que no son tan espectaculares como al que nos dirigimos.
El camino se adentra literalmente hasta las casas. Mi compañero, José Antonio, me comenta que son terrenos expropiados por la Ley de Costas, pero las construcciones siguen en pie.
Algunas como esta, están habitadas. Un desgastado letrero de «propiedad privada» contrasta con la exposición de sus habitantes, con puerta y ventanas completamente abiertas. La proximidad y el contacto visual con ellos, produce cierta incomodidad en el visitante, que no sabe si saludar o pasar deprisa. Me detengo en el jardín unos instantes, justo enfrente de la puerta, y volviéndome hacia el mar, contemplo la grandiosa vista. Les imagino desayunando en la mesa, de lo que era su exclusivo jardín, enfrente de una salida de sol de postal. Comprendo que estén muy cabreados.
EL ARCO DEL REY
Hay localizaciones en la naturaleza que, por sus formas y disposición de elementos, son fotogénicas y el Arco del Rey es una de ellas. El acceso es incómodo, a través de grandes y resbaladizas rocas que emergen del mar, pegadas a la pared del acantilado. Pero una vez que llegas, desde la visión del fotógrafo, el paisaje que se divisa es magnífico.
Tanto esta fotografía como todas las que vienen a continuación son de larga exposición. Para reducir la entrada de luz en la cámara he utilizado un filtro de densidad neutra de 10 pasos y otro degradado de 3. El tiempo de exposición en todas, es de 25 segundos y el ISO 100. Conforme el crepúsculo iba avanzando y la luz disminuyendo, iba primero abriendo el diafragma, y cuando esto era insuficiente, quitando filtros, pero manteniendo el tiempo de 25 segundos ( para que el mar tenga esa textura) y el ISO en !00 para la ausencia de ruido.
El único inconveniente fotográfico que tiene el lugar, y no es pequeño, es la imposibilidad de desplazamiento, que se restringe a un área de pocos metros cuadrados, por lo que las posibilidades de composición se limitan, solo, a la variación de la distancia focal. No obstante, según me comentan mis compañeros, ahí el mar cubre hasta la cintura, por lo que es posible adentrarse y buscar otros encuadres, como al parecer hizo un conocido suyo. Es una posibilidad que no descarto en un futuro, el sitio tiene un gran potencial.
Cuando llevamos poco más de una hora fotografiando, apenas recién iniciada la hora dorada, uno de los compañeros resbala y cae al agua. Afortunadamente, salvo el chapuzón, no le pasa nada. La cámara, sobre el trípode, ha caído apoyada contra una roca vertical y se ha salvado. Eso si, el móvil que iba en un bolsillo del pantalón, se ha mojado y no funciona. Desgraciadamente el incidente nos empuja a emprender el camino de vuelta, ellos a Murcia y yo a San Pedro. Les estoy muy agradecido por haberme mostrado el arco.
LA TORMENTA
Al día siguiente revelo las fotografías. Constato el cambio cromático que experimentan las rocas conforme varían las condiciones de luz, lo que aumenta su hechizo. Había sido un día despejado con algunas nubes altas, pero hoy hay previsión de DANA y el cielo está muy nuboso. Imagino la fotografía del arco con un cielo cargado de información y la posibilidad de colores más apagados, pero también más saturados en ausencia de luz fuerte, por lo que me decido a volver a fotografiarlo de nuevo.
Cuando llego el cielo se va rápidamente encapotando y amenaza tormenta. Efectivamente las condiciones de luz son muy diferentes al día anterior. Las primeras fotografías que tomo, como las anteriores, no es que estén mal, pero tampoco me dicen mucho. El cielo es un fondo que no ayuda a la composición y hay poco juego cromático. Como las condiciones están variando continuamente, decido esperar.
Amaina el viento y una fila de nubes avanza muy lentamente, en diagonal, hacia el arco. La luz cálida del sol, oculto tras el acantilado, pero ya próximo al horizonte, se abre paso y el arco adquiera una tonalidad rojiza que lo realza y pone un contrapunto cromático muy interesante. Apenas han sido unos instantes, pero de mucha belleza. Ya veremos que tal salen las fotos. Están empezando a caer gotas y decido emprender el camino de vuelta. Ya en la carretera, el cielo negro se alivia con una potente descarga de agua.
LA PLUS BELLE POUR ALLER DANSER
Nada más llegar a casa, impaciente, edito las fotografías y lo que veo rebasa, con creces, mis expectativas. Una de las imágenes llama especialmente mi atención, por lo que la analizo en detalle.
La imagen se corresponde con esos intensos instantes, descritos anteriormente. Lo primero que veo es que transmite esa atmósfera tenebrosa que acompaña a la tormenta, nada que ver con la luz mediterránea del día anterior. El escaso viento en esos momentos, ha propiciado que las nubes salgan nítidas, a pesar de los 25 segundos de exposición. El cielo parece que mira con dos ojos, uno de cada color, como los de David Bowie. La disposición de las nubes, sus formas y la unión cromática entre complementarios comunican equilibrio, que no es sinónimo de quietud, más bien de lo contrario en este caso.
Compositivamente, las nubes y las rocas forman líneas que confluyen en el arco, que aunque situado en último plano, se convierte en el centro de interés. La disposición diagonal de las nubes y su ligero movimiento, dotan al cielo de mucho dinamismo, que contrasta con la quietud del plano inferior y acentúa el dramatismo de la imagen.
La luz suave, sin grandes iluminaciones ni sombras, no impide, sin embargo, que se pueda apreciar la textura de nubes y rocas.
Aunque hay muchos elementos en el encuadre, este aparece ordenado, nada se superpone. Por otro lado resulta un encuadre cerrado, no se puede reencuadrar sin romper el equilibrio de la imagen. Describe con detalle un lugar en un instante concreto, y lo hace con belleza y exactitud. Definitivamente, esta imagen me parece precisa y preciosa.
El orden de las nubes, para conducir la mirada del espectador hacia el sujeto principal, ha sido muy utilizado en pintura, como se pone de manifiesto en el siguiente cuadro del pintor barroco holandés Jacob Van Ruysdael, que usaba mucho este recurso, también con azul y naranja.
Al guardar la imagen, veo las fotos del faro con la luna de dos días antes y se me revelan los caprichos del destino. Ahora ya sé porqué, aunque no quisiera, tenía que ir, por tercera vez, al Cabo de Palos una noche de luna llena. ¿Cómo, si no, hubiese conocido a la más bonita del baile?.
4 comentarios
Estupendas fotos y magistrales comentarios gracias.
..
Muchas gracias por dejar tu comentario Carmen. Me alegra que te guste.
Preciosas las fotografías. El año pasado, mientras Antonio se bañaba, yo me acerqué al Faro dando un paseo. Había estado hacía años en La Manga y no recuerdo que me gustara especialmente pero la verdad que me cambió la percepción que tenía de esa zona cuando estuvimos en el Cabo de Palos. Eres un artistazo 😘
Muchas gracias Alfonsi. Estoy de acuerdo contigo, La Manga no tiene ningún interés especial, pero Cabo de Palos y el contiguo parque regional de Calblanque son una pasada. Un abrazo