«El cortejo terrestre del charrán común» es la continuación de «Los charranes de San Pedro del Pinatar». La publicación, además de presentar otra especie de charrán, el patinegro, se centra en la técnica de pesca y en el cortejo terrestre del charrán común, que es solo una parte del cortejo, ya que éste también se desarrolla en el aire con espectaculares exhibiciones aéreas. Es, como la primera, una entrada con mucho contenido visual, treinta y nueve fotografías exactamente
NO TODO VALE
Antes de comenzar con el contenido de la publicación quiero hacer una aclaración. Las fotografías que vas a ver en esta entrada, así como en la anterior y las que vendrán posteriormente, son el resultado de muchas horas de observación en un período extremadamente delicado para las aves: la reproducción. Quiero decir con esto que se debe ser muy escrupuloso, para evitar las consecuencias negativas que la presencia del fotógrafo puede acarrear.
En esta imagen se ve la proximidad del islote de cría de los charranes a uno de los accesos a la playa del Mojón, por lo que es obvio que bastante presencia humana tienen que soportar ya. Hay documentados casos de abandono de la reproducción de algunas colonias de charranes (como muchas especies más) por molestias humanas.
Por otro lado, en este caso concreto, la laguna está bordeada en sus flancos oeste y sur por un sendero y dos observatorios, desde los que se pueden observar y fotografiar perfectamente las aves, sin molestarlas.
Esa caseta que se ve es una de las varias que tiene la playa para los socorristas. El espacio de vegetación entre las casetas y la laguna son dunas costeras de acceso restringido, en las que crían varias especies de chorlitejos, gaviotas, etc.
Pues bien, en esta zona he visto en varias ocasiones fotógrafos que se habían adentrado en las dunas para fotografiar a las aves. Este tipo de conductas aunque son muy minoritarias entre los fotógrafos de naturaleza, empañan la buena praxis de la mayoría. Harto de esta situación una de las veces, quizás por deformación profesional, me aproximé al fotógrafo lo que pude, desde la pasarela que se ve en la foto anterior. Seguidamente con voces y movimientos de brazos llamé su atención.
El hombre al verme afortunadamente se vino hacia mí, abandonando las dunas. Me pareció una persona que no era realmente consciente del daño que podía hacer. Eso me hizo reflexionar sobre la necesidad de formar a las personas que practican la fotografía de naturaleza. Dado el auge creciente de esta actividad, que no está exenta de riesgos para el medioambiente, puede que haya que plantearse, como ya ocurre con la caza, que para ejercerla sea necesario pasar un cursillo que acredite que la persona posee unos conocimientos mínimos sobre el peligro que conlleva para el medio natural. La fotografía de naturaleza debe servir para la divulgación y conservación ambiental, no para lo contrario. Y dicho esto, entramos en materia
EL CORTEJO TERRESTRE DEL CHARRÁN COMÚN
El sol emerge del mar mediterráneo y la actividad ya es patente en la colonia de charranes que se despereza tras la inactividad nocturna.
Un charrán común permanece largo tiempo inmóvil en el borde del islote. Contemplativo, permanece con la vista fija en el horizonte. Su actitud contrasta con el ruido y bullicio que le rodea, siempre presentes en una colonia de charranes. Por fin, se decide a abandonar la colonia rumbo al mar mediterráneo. Su objetivo es, como repetidas veces durante el día, conseguir un pez.
EN BUSCA DEL ANILLO
Pero esta vez, es muy especial. El pez no va a ser su alimento sino un regalo. El ave vuela bajo, buscando esos familiares reflejos plateados, bajo la superficie del agua, que delatan la presencia del codiciado recurso.
Ha habido suerte, ni siquiera ha sido necesario llegar al mar. Ha localizado un pez a pocas decenas de metros de la colonia, todavía dentro de la salada laguna que la rodea. Inicia un ascenso, casi vertical, para situarse a unos 15 metros de la superficie.
Se cierne, quedándose suspendido en el aire, con un aleteo muy rápido pero con la cabeza inmóvil para poder localizar bien, con la vista, a la presa. No le resulta difícil, en los conos de su retina posee un aceite con carotenoides que aumentan el contraste y le permite ver mejor en la interfaz aire-agua.
Escudriña minuciosamente la superficie del agua, calculando la profundidad a la que está el pez, su velocidad y recorrido. Rápidamente hace el cálculo de la trayectoria que debe efectuar y se lanza en un vertiginoso picado. El tiempo que transcurre en todo este proceso son, apenas, unos pocos segundos.
La inmersión rara vez supera el medio metro y el tamaño medio de los peces que captura ronda los 10-15 cm de longitud.
En el mundo de los charranes toda inmersión tiene un riesgo: atrae la atención de sus congéneres. El hurto es muy habitual en esta especie y provoca numerosas peleas.
Dos charranes se han percatado de la inmersión del macho y están atentos por si hubiera premio.
Y si que lo hay, pues su inmersión ha sido un éxito. Sale del agua haciendo un despegue vertical y pone rumbo a la colonia.
Pero sabe que ha sido observado y, a pesar de encontrarse muy cerca de su objetivo, es consciente que deberá superar, todavía, algún obstáculo más, antes de llegar a su destino.
Por eso trata de llegar muy rápido. Emprende un vuelo veloz, escondiendo bien sus patas debajo del plumaje para ofrecer la menor resistencia posible al aire.
A pesar de ello es perseguido y acosado por otro charrán, con varios intentos de quitarle el pez que, afortunadamente para él, resultaron infructuosos. Lo defiende con denuedo, pues para él es mucho más que comida. Es, en realidad, un anillo de compromiso que le permitirá consolidar una relación de pareja y la oportunidad de reproducirse.
Esta afición al robo de los charranes puede parecer, desde una óptica humana, algo deleznable, pero desde el punto de vista de la supervivencia, el cleptoparasitismo (término biológico que designa este comportamiento) no lo es tanto. Se han documentado numerosos casos de charranes que se han quedado sin su pareja y, gracias al hurto, han sido capaces de sacar adelante a sus pollos.
EL CORTEJO TERRESTRE
A la llegada a la colonia le espera otra desagradable sorpresa. Otro macho parece que también está interesado en la hembra y ella, por su actitud (alas caídas y cola levantada), parece que no le hace muchos ascos.
Pero el macho no está dispuesto a renunciar. Es sabedor de su ventaja, él trae un regalo, mientras que el rival se ha presentado con el pico vacío. Además y lo que es más importante, es la misma hembra a la que se ha unido otros años y eso es un valor añadido. No es necesario pelear, basta una pequeña exhibición, elevando su cuello y mostrando orgulloso su trofeo, para que el intruso se vaya.
La hembra deja caer exageradamente sus alas y estira su cuello en señal de aprobación, mientras que él, ahora sí pletórico, también abre parcialmente sus alas y eleva su pico, mostrando arrogante su premio.
No obstante necesita estar convencido de que ella está realmente interesada. Da vueltas alrededor de la hembra y comprueba que ésta sigue con la misma actitud. Ella gira sobre sí misma, siguiendo el recorrido del macho, manteniendo el contacto visual con el mismo y las alas semiabiertas.
Pero no le parece suficiente. Ha sido testigo de sus devaneos y necesita estar seguro. Por eso se pone a andar, alejándose de la hembra.
Y ella le sigue. Pero el macho no da su ala a torcer, sigue empecinado en comprobar que el interés de la hembra es verdadero, ya que es mucho el esfuerzo que está en juego.
El macho participa en todas las tareas, desde la construcción del nido, hasta la incubación de los huevos y la alimentación de los pollos. Él, además, tiene una tarea exclusiva: la defensa del territorio. Y esto, en una colonia de aves territoriales como los charranes, no es pecata minuta. Se verá obligado a afrontar numerosas peleas en los próximos meses, como se pone de manifiesto en esta imagen, en la que engancha con el pico el ala de otro charrán que se ha metido en su territorio.
Los charranes son aves muy macarras, que parece que están siempre enfadados, vociferan continuamente y las peleas son muy frecuentes. Pero eso ya lo veremos en una publicación posterior. Ahora, la pareja sigue interesada en establecer una relación sólida y el macho continúa con su recorrido perseguido por la hembra.
SÍ QUIERO
Transcurren varios minutos en los que la pareja recorre el territorio con las alas semiabiertas y la cola levantada, hasta que, detrás de un matorral, como si se tratara de un acto íntimo que no se puede revelar, el macho se para y, esta vez sí, ofrece definitivamente el pez a la hembra.
Y ella lo acepta gustosa. La unión, por fin, se ha consumado. Este es un acto de compromiso que asegura el afianzamiento de la pareja e inicia todo el proceso reproductivo. Este pez que la hembra acepta, rara vez es comido.
Tras este cortejo terrestre, vendrá el cortejo aéreo en el que la pareja efectúa vuelos sincronizados con espectaculares giros, picados y otras acrobacias en el aire, de tal belleza, que merece la pena verla con detalle y, por ello, lo dejo para la siguiente publicación.
CUANDO FOTOGRAFÍES VIGILA TU ESPALDA
Esto es una máxima en la fotografía de naturaleza. Y es que es muy común estar ensimismado en una escena, mientras algo interesante está ocurriendo detrás tuyo y te pasa desapercibido. Y eso mismo me pasaba a mí con los charranes. Estaba tan entusiasmado con los charranes del islote que no me fijaba mucho en el resto de la laguna, hasta que unos flamencos pasaron delante de mis narices.
Al posarse los flamencos recabé en unos charranes que parecían diferentes.
Y efectivamente, eran charranes patinegros (Thalasseus sandvicensis), la otra especie de charrán que, junto al común y charrancito, son las tres únicas especies de charranes que se reproducen en la península ibérica, como ya comenté en la anterior entrada.
EL CHARRÁN PATINEGRO
La primera diferencia que salta a la vista, comparado con el común, es el color de sus patas, al que debe su nombre y del pico, que también es negro con la punta amarilla, pero este último aspecto resulta menos notable en los jóvenes.
Tiene, como el común, el capirote negro, pero en plumaje invernal y en los jóvenes es de color blanco.
He podido constatar que su presencia es habitual en San Pedro del Pinatar, tanto en los pasos migratorios como en la invernada y, al menos este año, también como reproductor. Han criado varias decenas de parejas en una de las motas de las salinas (comunicación personal de dos ornitólogos de la localidad)
La población reproductora en España se estima en unas 3.800 parejas, parecida a la del charrán común y está claramente en expansión, aunque el 99% se reproduce tan solo en dos humedales, la albufera de Valencia y el delta del Ebro. Se reprodujo en nuestro país por primera vez en 1971 y fueron tan solo cuatro parejas.
En la imagen anterior puede comprobarse que, a pesar del parecido, ambas especies poseen diferencias que permiten identificarlas perfectamente.
El charrán patinegro es notablemente mayor que el común y, además, posee una cresta en la nuca que se le eriza con frecuencia, sobre todo cuando está excitado.
EL COCEDERO MEDITERRÁNEO
Como de costumbre, es el movimiento de los flamencos, al final de la hora dorada, lo que me indica que la sesión fotográfica está llegando a su fin pero, también como es habitual, queda la última foto. Una cigüeñuela que no se percata de mi presencia y se acerca a la orilla.
Es una especie muy común, pero me parece una bonita imagen y puede que en un futuro no muy lejano, echemos de menos. El mar Mediterráneo es, este verano también, un cocedero y no es un hecho aislado, es una tendencia en el tiempo y una señal más, de las múltiples que está dando la Tierra, de que el orden natural conocido está agonizando. En el Mediterráneo se ceba el cambio climático, el segundo lugar del planeta que más se calienta, después del Ártico. No me cabe ninguna duda de que será catastrófico para muchas de las especies que dependen de los océanos, como los charranes, pero también para nosotros, pues afecta a un recurso fundamental como es la pesca.
Y con la cigüeñuela doy por finalizada esta publicación, no sin antes agradecer a mi amigo Martín García su labor de corrección de errores de puntuación y sus acertadas sugerencias de redacción que siempre aclaran la lectura del texto. En la próxima entrada abordaré el precioso cortejo aéreo y la cópula del charrán común.
Dejo un vídeo de menos de tres minutos, de las cámaras en directo que tiene SEO BIRDLIFE, en el que puede verse a dos parejas de charrán común en el nido y como comparten tareas.
2 comentarios
Como siempre, una clase magistral con magnificas fotografias
Sigue asi Juan Ramon
Gracias, Jose Antonio, por tu alentador comentario.