«Trump y las mujeres» es un relato inspirado en las relaciones personales de Trump con las mujeres, su política respecto a ellas y la fractura social entre las estadounidenses que se ha evidenciado tras su elección como presidente. Es un relato tan ilustrado con dibujos, que prácticamente parece un cómic.
Estupefacto, como otros muchos millones de personas del planeta por la irrupción a saco de Trump en nuestras vidas, he tratado de profundizar en el personaje a través de la lectura de cientos de artículos de prensa, el visionado de decenas de vídeos con sus declaraciones y actos, así como los documentales que he encontrado («¿Está loco Donald Trump?», «El efecto Trump», «Trump vs Harris», «Trump: la campaña definitiva (2024)»,»Homegrown: fanáticos en el Capitolio», «La ley de Comey»…), incluido el biopic «The Apprentice» (2024).
Tras esto debo reconocer que ya no soy el mismo. Con tanto sofá he cogido cuatro kilos y se ha agudizado un latente prolapso hemorroidal, que me ha dejado el culo como el de un mandril.
Pero, a pesar de ello, ha merecido la pena. Con Trump he aprendido que el dinero no lo es todo, especialmente cuando lo tienes y que el poder está al alcance de cualquiera, sobre todo si se cumple la primera premisa.
Y es que, aunque Trump es hijo de un adinerado constructor de Queens, su vida ha sido un empeño obsesivo por acumular toda la riqueza, fama y poder posibles, sin límites. El mundo está ahí para conquistarlo y él quiere ser el puto amo. Sus métodos son los del antihéroe americano, un tipo duro sin escrúpulos que utiliza las mentiras, la extorsión y el desprecio por la ley, para arrasar todo lo que se interponga en su camino.
Admito que me ha generado cierta fascinación esa faceta de Trump de gangster hollywoodiense, como James Cagney muriendo y matando a tiros en las alturas en el clásico «Al rojo vivo» de Raoul Walsh, gritando: «¡Mira mamá, en la cima del mundo!. Solo que Trump se lo diría a su padre al que admiraba y el que le había grabado a fuego unas palabras: «En la vida solo hay perdedores o asesinos».
Pero, bromas aparte, lo cierto es que conforme averiguaba más sobre Trump la preocupación inicial fue evolucionando a pánico y, para exorcizarlo, pensé en publicar un relato sobre Donald Trump . Pero había recopilado tanto material que daba para escribir unos doce tomos tochos de un «Tratado de Trumpología», muy difícil de encajar en un artículo de tiempo de lectura inferior a un año. Así es que decidí acotarlo a lo más liviano: su relación con las mujeres, que tiene chicha, pero mucha menos que lo relativo a los negocios y la política, que ahí ya se sale. Acumula numerosas condenas y tiene aún tres causas penales pendientes por el asalto al Capitolio, fraude electoral en Georgia y el robo de documentos clasificados.
TRUMP
Engreído, narcisista, mentiroso, manipulador, controlador, sexista, acosador sexual, tramposo, irascible, bocazas, machista, homófobo, tránsfobo, racista, negacionista, carente de empatía, ególatra, autócrata, defraudador, misógino, falsificador, un peligro para la democracia… y podría rellenar una lista interminable con cualquier calificativo que termine en «ador», «fobo» o «atra», porque creo que los tiene casi todos. Y todo esto es Trump y no lo digo yo, es lo que dicen los cronistas y analistas. ¡Palabra de honor!
¿En serio? ¿Y todo esto junto en una persona es legal? Pues claro que lo es, ¡Y mucho!. Con todo eso y dinero, te haces con toda la tarta sin pisar la cárcel ni recibir un azote. Bueno, eso sí, te critican esa panda progre del «woke» y algunos psiquiatras y psicólogos dicen que tienes Trastorno de Personalidad Narcisista, porque manifiestas sentimiento de superioridad , necesidad de admiración y falta de empatía. ¡Como si eso fuera malo!. Son cualidades alternativas y, por los resultados, parece que muy buenas. ¡Qué sabrán esos médicos y científicos!.
Trump es considerado por muchos psicoterapeutas un narcisista maligno, un trastorno grave e intratable que se manifiesta con un patrón que incluye «fallo para cumplir con las normas y leyes sociales”, “mentiras repetidas”, “desprecio imprudente por la seguridad de los demás”, «irritabilidad”, “impulsividad”, “irresponsabilidad” y “falta de remordimiento”. Estos terapeutas advierten que los narcisistas malignos han sido los líderes más grandiosos y paranoicos de la historia. Corren el peligro de intensificarse hasta que están completamente fuera de control, destruyéndose en última instancia a sí mismos y a las naciones que lideran.
No sabemos con seguridad si Trump presenta este trastorno, porque el diagnóstico de estos terapeutas se basa en las manifestaciones públicas del presidente, no en un examen médico directo. Pero si sabemos que Trump ha expresado públicamente, en numerosas ocasiones, su fascinación por líderes autócratas. Le gustan los tipos duros como Putin, Xi Jimping o Netanyahu. Por eso no sorprende que afirme que «Necesito generales como los de Hitler» o que guarde discursos del fhürer en su mesilla de noche, como relató su primera esposa Ivana Trump en Vanity Fair. En realidad, el coqueteo de Trump con Hitler se remonta a décadas como expresa Kamala Harris, con varias referencias, en este post de Reddit.
Hace poco más de un mes, publicó este twit que también salió en la cuenta oficial de la Casablanca y que da a entender su blindaje total ante la ley. Es una cita de Napoleón: “Quien salva a su patria no viola ninguna ley”.
Para los interesados en profundizar en la personalidad de Trump y en que se basan los psicoterapeutas para diagnosticar su trastorno narcisista, dejo el enlace a este extensa monografía del doctor en Psicología y actual catedrático de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, Vicente E. Caballo.
TRUMP Y LAS MUJERES
A continuación expongo la posición de Trump, su pensamiento y actitud, respecto a las mujeres. Como inevitablemente hay que aportar datos y declaraciones, para que la lectura resulte más amena he construido como un relato los hechos, pero cuidando la fidelidad a los mismos para que no resulten tergiversados.
Lo mismo puede decirse de las 76 imágenes, todas realizadas con IA y algunas exageradas por su mordacidad, pero las que responden a situaciones reales he procurado que tanto los escenarios como los personajes (vestuario, objetos, etc.,), sean lo más fieles posibles a los originales, aunque con el mismo estilo satírico e introduciendo detalles para enfatizar el mensaje.
Como ejemplo pongo las imágenes anteriores. La imagen de la izquierda, es la foto real de Trump y Melania en la Gala Met del 2004 (Getty Images) la noche que le entregó el anillo de compromiso. A la derecha está la imagen que aparece en esta publicación recreando ese momento.
LOS ANILLOS DEL SEÑOR
Con esta idílica imagen de Trump y Melania en los jardines de la Casablanca, con el beso que no sé si se han dado (todos conocemos como se besan en público, en la intimidad puede que ni eso), comienzo el relato de los matrimonios de Trump o, mejor dicho, de sus «asociaciones estratégicas de vida» como diría él, que no son precisamente un cuento de hadas aunque lo parezcan. Después narraré algunos episodios muy conocidos con mujeres fuera del matrimonio.
Su relación con las mujeres es un desfile de glamour, hermosas modelos, humillaciones, desprecio y violencia sexual, con más giros que las declaraciones de Mazón tras la DANA.
NO TE QUEDES ENFADADA. QUEDATE CON TODO
En 1977, mientras se escuchaba «Tonight’s the Night » de Rod Stewart en las calles de Nueva York, pobladas de croptops y pantalones campana, aparece Ivana Zelníčková, una esquiadora checa que se deslizaba mejor en los círculos de la alta sociedad que por la nieve. Donald, un joven empresario con más ambición que paciencia, la conoció en el restaurante Maxwell’s Plum de Manhattan. Tras pagar la cena de todos los que la acompañaban y en cuestión de pocos meses, se casaron el hambre con las ganas de comer.
Si hasta entonces Donald sólo era otro multimillonario más, un playboy bravucón de la costa este, su matrimonio con Ivana lo elevó a la categoría de icono y les llevó a ocupar las portadas de los tabloides, encandilando a una sociedad ávida de triunfadores.
En esos años de la guerra fría, quién mejor que una excomunista renegada para honrar al dios del capitalismo, rebozando de oro cada hall que el magnate ponía en su camino y alimentando el sueño americano.
Ivana, tan ambiciosa y cínica como Trump, rápidamente se lo puso claro. Un día en el hall de la Torre Trump, el símbolo del poder de su marido, en un arrebato de deseo se acercó a éste sonriente y abrazándolo por los hombros le susurró al oído:
— O me das un puesto en tu empresa, o me divorcio y me quedo con todo este edificio.
Donald, impresionado porque una mujer le hiciera una amenaza a su altura, la nombró vicepresidenta de su imperio.
Juntos fueron la pareja dorada de los años 80: mansiones, jets privados y la citada torre en la Quinta Avenida con su nombre en letras doradas (Trump Tower de lujosos interiores, decorados como Versalles por Ivana). Ivana, no solo fue esposa, sino una socia estratégica y eficiente, manejando hoteles y casinos como si jugara al Monopoly.
Ivana compartía con Trump muchas más cosas que la cama y los negocios: su talante lenguaraz y sus elevados valores. En una entrevista en Loose Women dijo:
— Los inmigrantes estadounidenses «no consiguen trabajo» y «roban y violan mujeres»…Por supuesto que estoy a favor de la emigración legal «¿Quién si no iba aspirar nuestros pisos y tirar la basura?, los estadounidenses no quieren».
Esta imagen recrea a la pareja en Mar-a-Lago, la mansion de Trump en Florida.
Pero el glamour tenía fecha de caducidad. En el 92, con la discreción que le caracteriza, Trump tuvo la brillante idea de alojar a su amante Marla Maples en un hotel de Aspen, cercano al que compartía con su mujer Ivana. Ambas se encontraron en las pistas de esquí, las mismas en las que Donald se había declarado a Ivana dieciséis años antes, protagonizando una sonora pelea y portadas suficientes para empapelar la torre Trump.
El matrimonio acabó con tres hijos, un divorcio multimillonario y el mejor consejo que cualquier mujer abandonada por otra más joven, pueda recibir: «No te quedes enfadada, quédate con todo («Don’t get mad, get everything.»), como dice la propia Ivana en un breve cameo en la película de 1996 «El club de las primeras esposas».
LA MUJER QUE NO SE QUEDÓ NI CON EL APELLIDO
Marla Maples era sureña, antigua Miss Georgia, 16 años más joven que Trump, aspirante a actriz y por supuesto, rubia. Marla estaba muy alejada del torbellino mediático en el que Ivana se desenvolvía tan cómodamente. Tras el embarazo de Marla y la firma de un acuerdo prematrimonial muy favorable para Trump, se casaron en 1993.
Intentó ser la esposa perfecta, siempre a la sombra de Trump, pero la relación tuvo más altibajos que las acciones de Tesla desde que Musk está en el gobierno. En 1996, la pareja dio la bienvenida a Tiffany Trump, a pesar de lo cual la magia del romance se evaporó más rápido que la integridad de una rubia a solas con Trump.
En 1999 se divorciaron, casualmente un mes antes de que expirase el acuerdo prematrimonial y Marla tuviese derecho a aspirar a algo más que los dos millones de dólares acordados. Ella se llevó tranquilidad, un acuerdo financiero irrisorio tratándose de Trump y la posibilidad de no tener que responder a incómodas preguntas sobre el peinado de su exmarido.
LA PRIMERA DAMA DESNUDA DE AMÉRICA
Después de un breve periodo como soltero de oro, Trump conoció a Melania Knauss. De nuevo, una joven criada en territorio comunista y con ansias de libertad capitalista. Melania nació en la antigua Yugoslavia en 1970, en el seno de una familia de clase media. Un buen día se cruzó con un fotógrafo con buen ojo y a los 16 años su 1.80 ya estaba desfilando en Milán. De Milán a París, después Nueva York y de ahí a caer en los brazos del mejor ojeador de modelos de la gran manzana, solo quedaba un paso.
Donald la conoció en una fiesta, durante la Semana de la Moda de Nueva York en 1998, y quedó impactado por la belleza exótica de la eslovena. Aunque Donald acudió a la fiesta del brazo de otra mujer no le quitaba ojo de encima a la enigmática modelo. Tiempo después la propia Melania narraría ese encuentro para Harper’s Bazaar:
—Donald me abordó y me preguntó sobre mi infancia en Eslovenia, si viajaba frecuentemente como modelo y cómo me iba la vida en Nueva York. Hubo una cierta conexión, pero no vi nada más allá de un cordial encuentro ya que él iba acompañado de una preciosa mujer. Él quería mi número, pero estaba con otra mujer, así que, por supuesto, no se lo di. Le dije:
—No te voy a dar mi número; dame el tuyo y te llamaré. Al final me dio tres: el de su oficina, el de la Trump Tower y el de Mar-a-Lago.
Melania sí que sabe: hacer esperar a alguien que no está acostumbrado a las demoras, es una buena estrategia. A los pocos meses comenzaron a salir.
Todo parecía ir bien, según la prensa del corazón, hasta que en el 2000 comenzaron a circular rumores de separación. Donald continuaba con sus devaneos y había comenzado a coquetear también con la política, preparando una candidatura presidencial. Las continuas ausencias y las constantes infidelidades de Trump colmaron la paciencia de Melania y pusieron fin a su cohabitación manifestándolo públicamente.
Donald, recien comenzada su carrera política quería una mujer hermosa a su lado, que fuera discreta para no hacerle competencia y dispuesta a participar en causas benéficas que dieran votos, justo como era Melania. Trump puso en marcha una estrategia negociadora en esos meses de separación y, finalmente consiguió convencerla para una reconciliación.
En 2004 asistieron a la emblemática Gala Met y esa noche, en la romántica intimidad del evento más importante de la moda, Donald le pidió matrimonio con un fabuloso anillo con un diamante de 15 quilates valorado en un 1,5 millones de dólares, que tal y como desveló The New York Times, el empresario lo había conseguido por la mitad del precio.
Se casaron en en enero del 2005 en una boda con una tarta de siete pisos, que no pudo ser ingerida por la cantidad de alambre necesario para sostenerla y un vestido de novia de 100.000 dólares de Christian Dior, con una falda voluminosa para la que se usaron 90 metros de tela y una cola de cuatro metros. En su elaboración se invirtieron 550 horas debido a las 1500 perlas y diamantes bordados manualmente.
Marido y mujer agasajaron a sus 350 invitados en su mansión de Mar-a-Lago, entre los que estaban medio Hollywood e, ironías del destino, los Clinton.
Cuando Trump se casa con Melania ya es un personaje muy popular, debido a que un año antes había iniciado la emisión del programa concurso «The Apprentice», que él mismo presentó durante 18 temporadas (hasta 2017). En el programa participaban un grupo de empresarios que competían por 250.000 dólares y un contrato para dirigir una de las empresas de Donald Trump.
Pocos meses después de su boda, Melania posó embarazada con un escueto bikini para Vogue. Antes de conocer a Trump había posado desnuda para GQ, Max y otras publicaciones. Sorprendentemente, no eran los numerosos escándalos del candidato lo que más preocupaba a los republicanos en el 2016 cuando Trump se presenta a las primeras elecciones, sino el pasado como modelo de Melania, ya que sería la primera dama de la historia que había posado desnuda. Pero ahí estaba el bueno de Donald para tranquilizarlos:
— Ya sabéis, en realidad no importa lo que digan de ti, mientras tengas a tu lado un joven y hermoso culo.
Y LA SAGA CONTINÚA
El 20 de marzo de 2006, nació el único hijo de la pareja, Barron, un niño mimado que despedía a sus niñeras cuando tenía un berrinche y que Melania lo untaba con cremas de caviar. Un inquilino de lujo en el ático marfileño de la Trump Tower que tiene, desde niño, el apodo de Mini-Donald por el parecido físico con su padre.
Hoy a sus 18 años, los 2,01 m de Barron emergen en los titulares como el joven Maquiavelo que ha logrado cautivar el voto de la generación Z. El niño que «siempre estaba en casa, delante del ordenador», según su propio padre, se preparaba para navegar un mundo donde el poder real es cada vez más virtual. De hecho, fue Barron quien convenció a Donald Trump de que la clave para conquistar el voto joven estaba en plataformas como Twitch y en aparecer en algunos pódcasts como el de Joe Rogan.
El último de los vástagos de Trump ha heredado algo más de su padre que el parecido físico. Ha tomado la delantera a sus hermanos mayores y se postula como el más firme candidato a heredar el imperio de Trump, como ya hizo éste con el de su padre. Barron ha puesto en marcha su «token», un instrumento innovador que está diseñado para impulsar el negocio inmobiliario. Se fundamenta en certificados digitales que permiten ser propietario de una fracción de un rascacielos o un centro comercial. Trump ya ha dejado caer que está dispuesto a urbanizar Gaza, previo desahucio masivo de sus actuales inquilinos, y este sistema permitiría que cualquiera pueda invertir en el proyecto comprando «trocitos digitales» de los futuros edificios.
Pero ha habido amor… ¿o no?
A lo largo de los años, Donald Trump ha demostrado que el matrimonio es como los negocios: requiere inversión, estrategia, a veces un buen acuerdo prematrimonial y no dejar escapar una oportunidad…, sobre todo si es rubia. En consecuencia, Donald ha manejado sus matrimonios con la misma filosofía que sus hoteles: remodelar cuando sea necesario, poner su nombre en la entrada y evitar hacer una encuesta de satisfacción a la salida.
EL HOMBRE QUE NO AMA A LAS MUJERES
Según he leído, los narcisistas ponen extremo cuidado en que no transciendan sus desavenencias conyugales, el fuego se queda entre bambalinas. Pero, por lo que sé, los no narcisistas hacen lo mismo, por lo que esto tampoco aclara mucho. La verdad es que, en el caso de Trump, su pensamiento y trato a las mujeres se han evidenciado, mayormente, fuera de sus matrimonios.
EL MICRÓFONO OLVIDADO
El sol de California brillaba con intensidad aquella tarde de 2005, reflejándose en la reluciente carrocería del autobús de Access Hollywood, que circulaba hacia el estudio de televisión. Dentro, dos hombres se acomodaban en los asientos de cuero mientras el vehículo se deslizaba suavemente hacia su destino.
Poco a poco se iba rompiendo el hielo y estableciéndose una connivencia entre ambos. Uno de ellos, de cabello rubio cuidadosamente peinado y traje oscuro, hablaba con la confianza de quien está acostumbrado a ser escuchado. El otro, más joven, de sonrisa fácil y risa cómplice, asentía con entusiasmo.
Donald Trump y el presentador radio-televisivo Billy Bush estaban en plena conversación. No era una entrevista formal, sino más bien una charla de bar entre dos figuras mediáticas, un intercambio sin filtros donde el poder y la vanidad se cruzaban con la falta de escrúpulos.
Trump ya recién casado con Melania, 24 más joven que él, cuenta su intento de llevarse a la cama a una mujer casada que le ha rechazado y eso le hiere, no está acostumbrado.
— Me lancé sobre ella como a una perra, pero fallé. Ya estaba casada (…). Y de pronto me la encuentro y ahora tiene esas tetas falsas grandes y todo. Cambió completamente su imagen«, — dice Trump con tono despectivo.
Seguidamente advierte la presencia fuera del autobús de una presentadora que iba a recibirlos para iniciar el programa televisivo en el que el multimillonario iba a tener una aparición, y la conversación pasa a centrarse en ella.
— Tu chica está muy buena (…). Me voy tomar un Tic-Tac (un caramelo de menta), no vaya a ponerme a besarla», bromea Trump lanzando una mirada de complicidad a su interlocutor que asiente divertido.
— Me atraen las mujeres bonitas automáticamente. Las comienzo a besar, es como un imán, no puedo ni esperar (…), —continuó Trump envalentonado. Y cuando eres una celebridad te dejan hacer lo que quieras, puedes hacer todo lo que quieras (…). Agarrarlas por el coño. Puedes hacer de todo. Acompañó la frase con un gesto con la mano que hizo estallar a Bush en carcajadas.
La conversación se desenvolvía con una fanfarronería que parecía natural para Trump. Bush, lejos de cuestionarlo, lo alentaba con comentarios aduladores, disfrutando de la cercanía con un hombre que, en ese momento, era un ícono del poder y el dinero.
Afuera, las cámaras estaban listas. El autobús se detuvo, y al abrirse las puertas, la risa de ambos se desvaneció. Como si se pusieran una máscara, salieron con posturas impecables, saludando con sonrisas ensayadas. Trump no sospechaba que, dentro de aquel vehículo, un micrófono olvidado había captado cada palabra de esa conversación de machirulos de barra que, tiempo después, desencadenaría una pesadilla legal.
En este enlace puede verse el vídeo que recoge el momento en que Bush y Trump saludan a la periodista que los recibe al bajarse del bus.
LAS MUJERES COMIENZAN A HABLAR
No fue hasta once años después que el Washington Post publicó esta conversación en Access Hollywood. Entonces, una periodista de People que había sido víctima de Trump, alentada por el conocimiento público de la naturaleza acosadora del magnate, se atrevió a acusarle de agresión sexual.
Fué el comienzo de una serie de denuncias de conducta sexual inapropiada, con causas muy mediáticas como las de la actriz porno Stormy Daniels y la modelo de Playboy Karen McDougal, por sendas relaciones extramaritales en 2011 y 2006 respectivamente. Trump reconoció pagar a su abogado, Michel Cohen, dos cantidades de 130.000 y 150.00 dólares, respectivamente, para comprar el silencio de ambas.
Después de años de litigio, en mayo pasado un jurado popular declaró a Trump culpable de 34 delitos de falsificación de cheques, facturas y registros contables con el fin de ocultar el pago efectuado a Daniels. La sentencia se aplazó hasta después de las elecciones y aún está pendiente. Aunque las penas acarrean hasta cuatro años de cárcel, es muy improbable que esto ocurra porque un presidente en ejercicio no puede verse obligado a ir a la cárcel.
Pero fue en 2019, durante la primera presidencia de Trump, cuando se presentó la acusación más grave contra éste por un delito sexual. La columnista E. Jean Carroll presentó una demanda por agresión sexual contra el presidente. Éste lo negó y arremetió contra ella en redes sociales y medios de comunicación, lo que llevó a Carroll a interponer una segunda demanda por difamación:
— Durante la navidad de 1995, en la sección de ropa de los grandes almacenes de Bergdorf Goodman en Nueva York, el actual presidente de Estados Unidos me violó. Cuando tuve el coraje de hablar sobre el ataque, difamó mi persona, me acusó de mentir para beneficio personal e incluso insultó mi apariencia. Ninguna mujer debería tener que afrontar esto. Pero esta demanda no se trata sólo de mí. Presento esto en nombre de todas las mujeres que alguna vez han sido acosadas, agredidas, silenciadas o denunciadas sólo para ser avergonzadas, despedidas, ridiculizadas y menospreciadas. Dijo Carroll en un comunicado a la prensa.
El 26 de Enero de 2024, el jurado del tribunal que juzgaba la causa consideró a Trump culpable de ambos cargos y sentenció al presidente a pagar 83,3 millones de dólares a Carroll, convirtiéndose así en el primer presidente convicto de la historia de EEUU. Pero Trump no se amedrenta por las sentencias: las colecciona como a las mujeres, más bien al contrario, son un aliciente para reafirmarse.
El pasado mes de agosto, en plena campaña por la actual presidencia, publicó una foto de Kamala Harris y Hillary Cinton, sus dos oponentes mujeres, con el siguiente mensaje: “Es curioso como las felaciones tuvieron un impacto diferente en sus carreras…”. Haciendo referencia al escándalo de Bill Clinton con la becaria Mónica Lewinsky y sugiriendo que Harris había impulsado su carrera politica, con favores sexuales, por una antigua relación que tuvo con el exalcalde de San Francisco, Willie Brown.
Lejos quedaban los tiempos de buen rollo con los Clinton, cuando los invitó a su boda con Melania. La relación se había enfriado unos años antes, cuando Hillary Clinton había sido su rival a las presidenciales que acabó ganando Trump.
UN AMARGO REINADO.
Para conocer el origen de las desavenencias de Trump con los Clinton, es necesario conocer un episodio que comenzó casi treinta años atrás, en 1996, cuando Alicia Machado es elegida Miss Universo y Trump ya se había hecho con el 100% de las acciones de la empresa que organiza este certamen.
Pocos meses después de su proclamación como reina mundial de la belleza, Alicia se preparaba en su camerino probándose vestidos y dejándose hacer por maquilladores y estilistas que intentaban pulir su imagen para la rueda de prensa. Era Miss Universo pero su reinado se había convertido en una pesadilla dentro de una jaula de oro.
Salió del camerino para dirigirse a una sala iluminada con lámparas de cristal de un lujo tan excesivo que resultaba teatral y, de repente, su sonrisa se tensó.
—Tienes que bajar de peso, Alicia. —La voz inconfundible de Donald Trump resonó en el aire como una sentencia.
Alicia se giró con una expresión de sorpresa y cansancio. Frente a ella, el magnate del espectáculo y recién propietario del certamen de belleza, la miraba con esa mezcla de superioridad y falsa cortesía.
—Estoy bien así, señor Trump. No entiendo por qué todo el mundo tiene que opinar sobre mi cuerpo.
Trump sonrió de lado y levantó las manos en un gesto teatral.
—Porque no eres solo Alicia Machado. Eres Miss Universo. Y Miss Universo no puede ser… cómo decirlo… descuidada. Si no bajas de peso te arrebato el título. Anda, vete y ponte un vestido menos ajustado.
Se hizo un silencio incómodo alrededor. Los asistentes miraron al suelo, fingiendo no escuchar, pero Machado sintió el peso de cada una de esas palabras.
Cuando volvió del camerino su mirada se cruzó fríamente con la de Trump. No era la primera vez que la humillaba delante de gente. Desde que había ganado el título, Trump la había expuesto públicamente, convirtiéndola en un espectáculo ambulante de «transformación» para la prensa.
UNA ENCERRONA DE TRUMP
Semanas después la llevó a un gimnasio de Nueva York invitando a los medios, sin previo aviso, para presenciar su entrenamiento. Tenía 20 años, menor de edad en algunos estados norteamericanos, por lo que se le asignó un tutor responsable de cuidarla. Éste se acercó a ella:
—Vas a tener que hacer ejercicio delante de la prensa.
—No, yo no quiero salir, yo no voy a hacer ejercicio delante de toda esa gente, dijo Machado mirando con recelo a los más de 80 periodistas de todas las partes del mundo, que abarrotaban el gimnasio. Me han dicho que viniera al gimnasio, pero para que el señor Trump me diga la dieta, el ejercicio y todo eso, pero no me han hablado de que hubiera periodistas—. Entonces apareció Trump y Alicia se dirigió a él.
—Señor, yo no quiero salir haciendo ejercicio delante de todos esos periodistas.
—No me importa lo que tú quieras, yo ya he pagado por este evento—, contestó Trump
La obligó a sonreír ante las cámaras mientras levantaba pesas y corría en una cinta, como si fuera una atracción de circo.
—¡Miren a nuestra Miss Universo! Recuperando la figura, volviendo a la perfección—, gritaba Trump a los medios.
Alicia sintió la humillación en cada flash de las cámaras. En su interior, un fuego se encendía, pero no podía hacer nada. No aún.
EL DEBATE
Pasaron los años, y la historia de Alicia Machado quedó archivada entre los escándalos de Trump, pero ella no olvidó.
Estamos en la noche del 26 de septiembre de 2016, dos semanas antes de que el Washington Post publicase la entrevista de Trump con Billy Bush que he narrado en el apartado «El microfono olvidado». Tampoco se había producido aún la causa que acabó en sentencia condenatoria por abuso sexual y difamación de la escritora E. Jean Carroll. Si habían corrido rumores, cinco años atrás, sobre una presunta relación de Trump con la porno-star Stormy Daniels, pero no se conocía todavía el acuerdo de confidencialidad que habían firmado y el pago para comprar su silencio. Trump, ante la opinión pública, pasaba aún por ser un hombre que respetaba a las mujeres.
Esa noche, la Universidad de Hofstra en Nueva York brillaba con luces intensas ante la expectación de millones de espectadores. El primer debate a las presidenciales entre Donald Trump y Hillary Clinton estaba a punto de comenzar. El auditorio estaba repleto de periodistas, asesores y políticos, todos listos para presenciar el choque de los dos candidatos.
Entre el público, en un asiento estratégicamente colocado, Alicia Machado aguardaba impaciente en silencio, aunque sÍ fue reconocida por alguno de los fotógrafos presentes. Había llegado allí por una invitación especial de la campaña de Hillary Clinton.
La presencia de Machado no era una coincidencia. En los últimos días, su nombre había resurgido de las sombras cuando la candidata demócrata decidió usar su historia como un arma política contra Trump. Alicia recordó el momento en que Hillary la llamó personalmente.
—Tu historia importa, Alicia. No solo por lo que te hicieron a ti, sino porque representa la manera en que Trump ve a las mujeres. ¿Estás preparada para enfrentarlo?.
La ex Miss Universo no dudó. Había esperado años para ver a Donald Trump rendir cuentas por lo que le hizo. Ahora, él no era solo un magnate de reality shows; era el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos. Y ella tenía algo que él odiaba: una voz que ahora no podía silenciar.
El debate comenzó. Trump y Hillary intercambiaban ataques sobre economía, seguridad nacional y liderazgo. Él gesticulaba con sus manos, interrumpía con su tono arrogante, mientras Clinton se mantenía firme y calculadora.
Pero entonces, casi la final del debate, llegó el momento.
Con una sonrisa medida, Hillary inclinó la cabeza y miró directamente a su oponente.
—Donald, hablemos de las mujeres.
Trump se tensó.
—¿Qué quieres decir? Yo respeto a las mujeres más que nadie. Nadie respeta más a las mujeres que yo.
Hillary no titubeó.
—Bueno, hay alguien en este auditorio que tal vez tenga algo diferente que decir.
Trump frunció el ceño.
—¿De dónde sacas esto? ¿De dónde sacas esto?, repitió Trump
Clinton respiró hondo y miró al público.
—Este es un señor que ha llamado a las mujeres «perras», «feas», «cerdas». Alguien que ha dicho que el embarazo es algo incoveniente para los empleadores… Pero una de las peores cosas que ha dicho fue sobre una mujer en un concurso de belleza, —comentó la candidata demócrata. Y continuó:
— Adora los concursos de belleza, los apoya y forma parte de ellos. Sin embargo, llamó a esta mujer “Señorita Gorda” (Miss Piggy) y luego la llamó “Señorita de la Limpieza” (Miss Housekeeping) solo porque era latina. Donald, ella tiene un nombre: su nombre es Alicia Machado y te burlaste de su peso obligándola a entrenar frente a las cámaras.
Trump parpadeó. Durante una fracción de segundo perdió la compostura pero intentó reír y, en ese instante, Alicia sintió una pequeña victoria.
—Oh, vamos, Hillary, dijo Trump
—¿Lo niegas? —insistió ella, sin soltar la mirada.
Entonces Trump agitó las manos mientras hacía una mueeca despectiva.
—Ella engordó. ¡Engordó mucho!.
Alicia cerró los ojos. Ahí estaba, la misma humillación de hacía veinte años, pero esta vez, el mundo estaba escuchando.
Los periodistas en la sala empezaron a escribir frenéticamente en sus portátiles, los analistas en televisión se miraban unos a otros con asombro. En cuestión de segundos, Twitter explotó con el nombre de Alicia Machado en los trending topics.
Desde su asiento, Alicia se enderezó. No necesitaba hablar; su sola presencia era suficiente. Ahora, ya no era la joven asustada que él podía manipular. Era una mujer que había transformado su dolor en poder.
Cuando el debate terminó, los reporteros corrieron hacia ella.
—Señorita Machado, ¿qué siente al ver a Trump en esa posición?
Alicia sonrió con calma, disfrutando del momento.
—Lo que siento es que el mundo finalmente ve lo que yo viví. Y que esta vez, no me voy a quedar callada.
Esa noche, los titulares no solo hablaron de política o economía. Hablaron de Alicia Machado y de cómo, en medio de un debate presidencial, una ex Miss Universo se convirtió en símbolo de resistencia.
EL POSDEBATE
Esa misma noche, a las tres de la madrugada, el candidato republicano Trump la emprendió en Twitter contra Alicia Machado con su peculiar estilo.
—Alicia Machado tiene un pasado terrible y Clinton ha sido engañada, pasando por alto ese pasado al describir a la modelo como un ángel, escribió Trump. Y añadió:
—¿Ayudó la deshonesta de Hillary a la asquerosa (miren este video sexual y su pasado) Alicia M a convertirse en ciudadana de Estados Unidos para poder usarla en el debate?
Con esto Trump alude a la recien adquirida nacionalidad estadounidense de la venelozana y con el video sexual se refiere a la aparición de la modelo en 2005 en el reality show de la cadena española Antena 3, titulado «La granja de los famosos», en el que hacía edredoning frente a las cámaras con su compañero Fernando Acaso.
Al día siguiente Hillary Clinton le respondió en un mitin:
—¿Qué clase de hombre se levanta a las tres de la mañana para realizar un ataque en twitter a la ex Miss Universo?”. Después añadió en Twiter: «Trump ha acosado públicamente otras mujeres famosas, entre ellas la comediante Rosie O’Donnell y la empresaria Kim Kardashian. Hemos escuchado los insultos de Donald durante años, y sus políticas reflejan este desprecio, incluso desprecio personal hacia las mujeres”.
Tras el debate entre Trump y Clinton, la actriz venezolana se sinceró contando a los medios, la repercusión del maltrato de Trump y su elección como Miss Universo, como una época de terror:
—A partir del suceso del gimnasio comenzaron los trastornos alimenticios. Vomitaba con frecuencia, tengo un récord de 35 vómitos por día. Estuve cinco años con tratamiento para la bulimia y anorexia. Si Donald llegaba a la oficina cuando yo estaba, me orinaba. Le tenía pánico, no podía ni mirarle a la cara. A mí nunca un hombre me había hecho sentir con tanto temor.
Otro de los temas que abordó fue que, en una ocasión, se la llevaron a vivir 25 días a casa de Trump y que prácticamente se sintió secuestrada. Narró que él la tocó indebidamente durante una fiesta y que, incluso, llegó a poner una silla detrás de la puerta de su cuarto para que no pudiera entrar.
EL VOTO FEMENINO EN LA ERA TRUMP
Pese a las acusaciones de agresión sexual, sus declaraciones misóginas y su controvertida posición frente al aborto, ya en su primera presidencia Donald Trump conquistó la Casa Blanca, gracias en parte al voto femenino, que se pensaba masivamente inclinado hacia su adversaria Hillary Clinton. La demócrata cosechó 54% de los votos emitidos por mujeres, pero Trump consiguió un 42%, bastante más de lo esperado. Más de la mitad de las mujeres blancas apoyaron al candidato republicano.
En las recientes elecciones el voto a Trump ha sido mayoritario entre las mujeres blancas (52%) y los hombres blancos (59%) y latinos (54%), pero no entre los negros, que se decantaron en un 78% por Kamala Harris. La exvicepresidenta estadounidese recibió el apoyo de las mujeres negras y latinas, según los datos de los sondeos a pie de urna.
El rechazo a Hillary Clinton, primero, y a Harris, después, ha puesto de manifiesto un trasfondo incómodo pero constante de la sociedad estadounidense: las mujeres no están necesariamente de acuerdo en lo que se considera un avance o un retroceso en sus derechos.
En los días transcurridos desde las última elecciones, parece como si la propia feminidad se hubiera fracturado. Las mujeres liberales han culpado a las conservadoras por ponerse del lado de Trump. Algunas mujeres negras han culpado a las mujeres blancas de traicionarlas votando por un candidato que no solo dice cosas sexistas, sino también racistas.
Jamila Taylor, presidenta y directora ejecutiva del Institute for Women’s Policy Research, un laboratorio de ideas que tiene como objetivo cerrar las brechas de desigualdad para las mujeres, ha tratado de analizar el hecho de que las mujeres en algunos estados votaron para proteger el derecho al aborto, pero también votaron por Trump. Para ella, eso indica que algunas votantes no se sentían cómodas votando por Harris porque es negra.
—“Tenemos que denunciar la misoginia y el sexismo, pero también el racismo”, afirmó Taylor.
EL MITO DE LA SORORIDAD
Para los académicos que estudian los movimientos de mujeres y las activistas que los han liderado, la idea de una hermandad en la que las mujeres se mantienen unidas por su género es un mito con profundas raíces en la sociedad estadounidense. En ejemplos que arrancan desde los primeros días de la nación —a través de los movimientos sufragistas, la integración racial y la legalización del aborto—, algunos de los mayores opositores a los derechos de la mujer han sido mujeres.
Aun así, los resultados de las últimas elecciones han supuesto un shock para muchos, en un país donde buena parte de la cultura popular celebra la concienciación sobre las luchas y los logros de las mujeres. Beyoncé, en su gira veraniega, cantó ante enormes multitudes: “¿Quién dirige el mundo? Las chicas”. Taylor Swift llenó estadios de todo el país denunciando el sexismo al que se ha enfrentado (“Si anduviera presumiendo de mi dinero/sería una bruja, no un magnate”). La película Barbie atrajo a hordas de personas, a los cines de estados republicanos y demócratas por igual, para ver a una muñeca de curvas improbables convertida en icono feminista.
Pero la cultura pop no se tradujo en cultura política, y los signos de fractura entre las mujeres fueron evidentes durante la campaña. En Nebraska, unas atletas universitarias rodaron un anuncio de televisión en apoyo de una medida electoral que acabó triunfando y que restringía el derecho al aborto. «Mujeres bien peinadas«, una asociación de una iglesia cristiana carismática evangélica de Carolina del Norte, siguieron a Trump de mitin en mitin.
Recientemente, ha cobrado fuerza en las redes sociales el movimiento conocido como tradwives, que celebra el regreso de la mujer al papel tradicional de esposa sumisa. Los principales medios de comunicación han tratado esta tendencia como una curiosidad.
Pero para las mujeres que se quedan en casa por trabajos mal pagados, como cuidar a los hijos de otras personas, o que se enfrentan a lugares de trabajo en los que aún prevalecen las diferencias salariales entre hombres y mujeres, centrarse en apoyar a sus esposos trabajadores para que ganen más, es su propio acto de empoderamiento.
—“Sigue habiendo mucha discriminación y desigualdad salarial también entre hombres, que da a entender por qué a algunas mujeres les gustaría mejorar el estatus de su marido, en vez de preocuparse por la brecha salarial de las mujeres”, dijo Katherine Turk, historiadora del feminismo en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. “Las mujeres que no son feministas tienen ideas diferentes sobre lo que significa tener una vida autorrealizada y opciones significativas”.
En los días previos a las elecciones, Trump prometió ser un protector de las mujeres (como una gallina protege a sus pollitas), “les guste o no a las mujeres” repetía. Algunas se sintieron ofendidas, pero para otras ese mensaje resultó atractivo. Las mujeres conservadoras argumentaron que el movimiento nacional por los derechos de las personas transgénero restaba poder a las madres para tomar decisiones por sus hijos.
El pasado lunes 20 de enero de 2025, tras su toma de posesión, Trump comenzó a cumplir su promesa de defender a las mujeres, aunque ellas no quieran, y firmó la orden eufemísticamente denominada “Defendiendo a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restaurando la verdad biológica en el gobierno federal”. En ella establece parámetros y definiciones, que todas las agencias federales deberán implementar, para poner fin a los programas de diversidad sexual ordenados por el gobierno anterior, una de las banderas de su campaña presidencial para consolidar el retroceso de derechos de personas con experiencia de vida trans y no binarias.
LA GUERRA DE LOS SEXOS
Tras esta orden «en defensa de las mujeres», Trump ha tomado varias decisiones, como que el Departamento de Salud publique una guía para fijar el uso de los términos «femenino» y «masculino». No hay más, desaparecen los términos intersexual y transexual.
—»Esta Administración está recuperando el sentido común y restaurando la verdad biológica en el Gobierno federal«, defiende Trump.
El memorando define términos como sexo («la clasificación biológica inmutable de una persona como hombre o mujer») y la dicotomía «femenino frente a masculino». La redefinición de estos conceptos supone, en realidad, un atropello del conocimiento científico.
El destino de las personas trans, intersexuales y no binarias no es una ideología política, es una cuestión de derechos humanos, derechos civiles y libertad de expresión. Una persona no elige ser transexual, como tampoco se elige la orientación sexual, se nace así. Tampoco el sexo determina la orientación sexual ni la identidad de género. Esto es la realidad y negarla es entrar en el terreno del negacionismo o de los «hechos alternativos» como Trump define lo que solo son falsedades. La erosión de esos derechos por parte del gobierno debería preocupar a todos los estadounidenses, independientemente de su condición sexual.
Más de 50 organizaciones que incluye a autores, editores, libreros, distribuidores y organizaciones sin fines de lucro de defensa nacionales y estatales condenaron esa censura, porque el efecto dominó que causará «afectará sin duda a las escuelas públicas, las bibliotecas públicas y la literatura que se encuentra en los estantes de ambas, lo que podría llevar a la censura de libros LGBTQIA+ en cualquier área que pudiera verse afectada por la retención de fondos federales».
INFLUENCIA DE LAS POLÍTICAS DE TRUMP EN LAS MUJERES
«La Asociación Nacional de Mujeres y Familias de EEUU» ha elaborado un listado de hasta 20 medidas, aprobadas por Trump en este periodo caótico desde que inició su última presidencia, que afectan a mujeres y familias. «La Administración está abusando de su poder para hacer retroceder el reloj en materia de derechos y protecciones para cientos de millones de personas», es su conclusión.
Trump ha decidido desmantelar el «Programa Medicaid» que se financia con impuestos a billonarios. Con esta decisión Trump cumple una promesa electoral, bajar impuestos a los más ricos y, de paso, dejar sin cobertura médica a 79 millones de estadounidenses, de los que 24 millones son mujeres que están inscritas en este programa, el mayor pagador de salud materna en el país y que brinda acceso a servicios preventivos como exámenes de detección de cáncer y enfermedades crónicas, planificación familiar y apoyo y servicios a largo plazo para mujeres mayores y mujeres con discapacidades.
Lo mismo ha anunciado para el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), que en 2023 benefició a un promedio mensual de 42.1 millones de personas (sacó a 3,4 millones de personas de la pobreza en 2023 y alimenta y mantiene saludables a 13 millones de niños, con un ajustado gasto medio diario por persona de 6,20 dólares) y que también va a ser desmantelado.
Trump quiere derogar la Ley FACE de Libertad de Acceso a las Entradas a Clínicas Abortivas, que convierte en delito federal el uso de la fuerza, amenazas de fuerza u obstrucción física para impedir que las personas reciban o presten servicios de salud reproductiva, como abortos. Esta norma se aprobó en 1994, en respuesta a la violencia de los manifestantes antiabortistas contra los proveedores de abortos, mediante bloqueos, sentadas en clínicas y atentados con bombas. La Federación Nacional del Aborto considera que entre 1977 y 2022 hubo 11 asesinatos, 42 atentados con bombas, 531 agresiones y 492 invasiones de clínicas, entre miles de otras actividades delictivas dirigidas a proveedores de abortos, pacientes y voluntarios.
En su primera semana, ya revocó varias órdenes ejecutivas firmadas por Biden que buscaban proteger el acceso a la atención de la salud reproductiva. Entre ellas, una que ordenaba al Departamento de Salud y Servicios Humanos proteger el acceso al aborto con medicamentos, garantizar la atención médica de emergencia y proteger el acceso a la anticoncepción.
Trump ha llegado echando a mucha gente, pero es llamativo el número de altas funcionarias que se han ido a casa.
Durante 60 años, tanto durante las administraciones presidenciales demócratas como republicanas, la Orden Ejecutiva 11246 ahora rescindida, ha estado vigente para garantizar que los contratistas federales no discriminen a sus empleados por motivos de raza, religión, sexo, edad y otros. Ha sido una herramienta importante para erradicar la discriminación histórica de género, descubrir disparidades salariales difíciles de encontrar y ayudar a aumentar el número de mujeres en puestos de liderazgo de nivel superior y mejor remunerados, cuando antes habían sido excluidas debido a su género.
Trump alega que todas estas propuestas buscan reducir costos, pero paralelamente anuncia una exención impositiva de 4.500 millones de dólares a donantes multimillonarios y grandes corporaciones.
A pesar de todas las acciones concretas que Trump ha tomado y perjudican a las mujeres, no es lo único preocupante para muchas norteamericanas sino la filosofía de fondo, la manera de mirar a sus ciudadanas: como si fueran tontas, como personas sin derechos a las que hay que tutelar, guiar y aconsejar y que no tienen capacidad de decidir sobre sus acciones.
Cómo van a influir estas políticas en el voto femenino en las próximas elecciones está aún por ver, pero de momento ya le están plantando cara algunas congresistas. «Las mujeres no pueden permitirse a Trump», resume Teresa Leger Fernández, miembro de la Cámara de Representantes de EEUU por Nuevo México, que preside el Caucus (Asamblea de Partidos) de Mujeres Demócratas (DWC, por sus siglas en inglés), 96 políticas que se presentaron vestidas de rosa al primer discurso del republicano en el Capitolio. Una manera de protestar y, también, de mostrar «el poder y la perseverancia de las mujeres». También portaban chapas en las que se leía: «Traición en favor de multimillonarios (Betrayal favor of billionaire)».
SOBRE LAS IMÁGENES Y LA CENSURA EN LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL.
Todas las imágenes están realizadas con IA y son dibujos, porque no quería fotos realistas que pudieran inducir a engaño al tratarse de personajes reales. Los dibujos, además, me proporcionan más margen de libertad creativa acorde con el tono satírico de la narración. La herramienta de IA que yo utilizo es Midjourney, propiedad del norteamericano David Holz, y cada vez que introducía el nombre de Trump me decía que «estaba violando las normas de la comunidad». A continuación, dejo una captura de pantalla donde aparece este mensaje que he subrayado en rojo.
Esto es normal si se utilizan términos que aludan a sexo o violencia, pero ocurría aunque el prompt que yo le diese fuese muy inocente, como en este caso, que le pido una imagen de Trump inspirada en las Tres Gracias de Rubens (en inglés debajo del subrayado rojo, está el prompt con los detalles que quiero en la imagen).
Después, indagando, me he enterado de que tanto Midjourney como otras plataformas estadounidenses de IA, blindaron a los candidatos para evitar imágenes falsas que pudieran influir en las últimas elecciones, lo que celebro porque hay que regular la IA para que no induzca a engaño. Pero, en mi opinión, esto no debería haber afectado a los dibujos, ya que todo el mundo sabe que un dibujo no es real. Censurar dibujos sobre personajes públicos, siempre que no sean ofensivos ni inciten al odio o a la violencia, lo veo más como un atentado a la libertad de expresión que como defensa de la verdad.
Al final, tras probar con diferentes bots, encontré uno, que no censuraba la palabra Trump y he podido realizar las imágenes. Es una plataforma china que seguramente tendrá censurados otros términos y nombres, pero no el de Trump. Una consecuencia colateral de la competencia entre los dos gigantes en IA. En la siguiente captura de pantalla se ve cómo, con el mismo prompt censurado por la IA norteamericana, la china sí proporciona la imagen.
Aún así he tenido que trabajar mucho la mayoría de las imágenes en edición, demasiado photosop. Por muy ajustado y detallado que sea el prompt que envías al bot, éste es arbitrario y comete errores, por lo que me he visto obligado a ir modificando cada imagen, en edición, para que se ajustase a lo que yo quería expresar.
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