Cuando el hecho llegó a oídos de las autoridades, el arresto de Leví fue inmediato. Si bien hubo un debate en la ciudad sobre las circunstancias del crimen, lo cierto y verdad es que un cristiano había muerto a manos de un judío.
EL CASTIGO
Los judíos argumentaban que Leví tenía el derecho de matar al cristiano, pues este no solo había ultrajado su honor y mancillado su nombre, sino que, además, al deshonrar a su hija, había atentado contra la misma esencia del judaísmo al seducir a una piadosa joven y yacer con ella, ¡un infiel! ,probablemente mediante artimañas y engaños o incluso ¿quién sabe?, con violencia. Las relaciones fuera del matrimonio era el pecado más grande que un judío podía cometer, máxime si era con un infiel.
Los cristianos, por su parte, aseguraban que, probablemente, el muchacho había sido seducido por la judía ¡menuda lagarta! y, si bien no estaba bien que se hubiese acostado con ella, pues eso también es pecado en el cristianismo, ni mucho menos justificaba su muerte, ya que al ser ambos solteros había existido fornicación pero no adulterio. Además el hecho de que fuera judía, aunque no de manera explícita, en sus mentes era un eximente.
EL JUICIO
En circunstancias normales el caso se hubiese resuelto por la ley del Talión, dejando la vida del judío en manos de la familia del cristiano a la que asistía el derecho de venganza, como se venia haciendo secularmente. Pero, este crimen, había encendido los ánimos y acentuado las hostilidades, en el ya, de por sí, frágil equilibrio social de Toledo.
Por aquel entonces no existía un sistema judicial, como tal, implantado como lo conocemos hoy día, ni siquiera en Toledo, la ciudad, entonces, más importante de los reinos cristianos.
Leví pertenecía a la mano mayor de la aljama toledana, el estatus superior dentro de la comunidad judía y, el cristiano, aunque de rango modesto, pertenecía a la nobleza. El asunto debía tratarse con mucho tiento.
Se constituyó un tribunal ad hoc, que, si bien era de mayoría cristiana (autoridades eclesiásticas y magistrados de nombramiento real), también tenía representación judía. Se montó la infraestructura para el juicio en la plaza de la mezquita mayor, ya consagrada como catedral. Con la aclaración de los hechos y una sentencia que satisficiera a los dos bandos se tenía la esperanza de aplacar lo ánimos
Raquel, la única conocedora de la verdad, fue la primera llamada a declarar, pero se negó a contestar a las reiteradas preguntas que se le formulaban.
Con rostro desencajado y una expresión de amargura permaneció en completo silencio durante las cuatro sesiones que duró la vista. También se llamó a declarar como testigos a los familiares, amigos y vecinos de ambos jóvenes, pero tan solo sirvió para poner de manifiesto la conducta ejemplar de ambos, pero nada aclaró sobre las circunstancias del crimen. Las sirvientas declararon que cuando llegaron el joven ya estaba muerto, pero que desconocían si mantenía una relación sentimental con su ama o si, por el contrario la estaba forzando. Que la muchacha estuviese a esa horas en el jardín no era extraño, ya que era allí donde su ama tenía por costumbre realizar la Tefilá (oración) de la noche.
EL ARREPINTIMENTO
Leví no negó el crimen lo que le evitó la tortura y una posible ordalía. En su defensa adujo la salvaguarda de su honor y el arrebato de ver a su hija ultrajada, pero afirmó estar arrepentido. Constantemente, buscaba con la mirada a Raquel,con la esperanza de encontrar algún atisbo de perdón en sus ojos, pero solo encontró rencor. Ya nada le quedaba en este mundo, la muerte era una liberación. Sólo Yahvé, en su infinita misericordia, podría perdonarlo.
Finalmente se condenó al sefardí a la pena de muerte por homicidio, por el método de ahorcamiento. El ajusticiamiento se produciría mediante exhibición ejemplarizante en plaza pública y el cuerpo sin vida debía permanecer tres días expuesto.
LA AMARGURA
Tras el juicio, Raquel se enclaustró en su domicilio por decisión propia. Cuentan las crónicas que se pasaba el día llorando apoyada en el brocal del pozo, el mismo pozo en el que había conocido la dicha suprema y la más absoluta infelicidad. Dicen también las crónicas que, de tanto llorar y verter lágrimas agrias al pozo, el agua de éste se tornó amarga.
Tanto dolor acabó por minar la cordura de la joven. Un día, apoyada en el brocal como de costumbre, sus acuosos ojos vieron como en las ondulaciones del agua, comenzaba a dibujarse una cara junto al reflejo de la suya. Era la cara de su amado Fernando que, sin duda, la estaba llamando . Un rayo de esperanza inundó su espíritu. Nada deseaba más la muchacha que volver a encontrarse con Fernando y quería hacerlo del mismo modo que se despidieron aquel fatídico instante en que el gozo mutó a desdicha.
Lentamente pero con determinación, comenzó a desnudarse. Cuando se hubo quitado toda la ropa se sentó sobre el brocal. Su rostro, por primera vez desde que se fue su amado, había recobrado la dulzura de antaño y solo expresaba paz. A la vez que de la ropa, se había desprendido también de la amargura y el rencor que para nada necesitaba allí donde iba. Y así, vestida solo de amor, se arrojó al interior del pozo.
EL POZO AMARGO EN LA ACTUALIDAD
Este pozo se encuentra dentro del barrio de la judería de Toledo y da nombre a la calle en la que se ubica. Se sabe que era uno de los pozos más destacados de la ciudad en el año 1.093 y se denominaba pozo de Caxali. En el año 1162 cambió su nombre a pozo amargo, época en la que se sitúa la leyenda.
ILUSTRACIONES
1.- Imagen destacada. Vista de Toledo Este. Imagen del autor
2.- Tribunal eclesiástico. Autor desconocido
3.-San Pedro arrepentido. Ribera
4.-Saint Dominic presidiendo auto de fe de Pedro Berruguete.
5.-. Donna al pozzo di Giacobbe.Sieger Koder (1925 – vivente)
6.- Pozo amargo en Toledo. Imagen del autor
El pozo amargo. ANA ALCAIDE
2 comentarios
Una leyenda de Toledo que no conocía pero que me atrapó desde que comencé a leer la primera parte.
Estoy ya esperando una nueva entrada al blog. Felicidades al autor
Gracias Daniela. Estoy trabajando en otra leyenda que espero publicar en breve. Es una leyenda de finales del siglo XIX en San Pedro del Pinatar, con tintes paranormales y programa de Cuarto Milenio incluido